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04. 22/05/96 Prakruthi casa a Paramatma | 22 de Mayo de 1996
Brindavan
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El habla veraz gana respeto y honor,
El veraz vive en felicidad y comodidad.
No hay nada más eterno que una vida veraz.
Esta es la verdad que deseo decirles.
¿Puede un árbol saborear la dulzura
de su propio fruto?
¿Puede una enredadera disfrutar de la miel
escondida en sus flores?
¿Puede un erudito mundano disfrutar de la dulce esencia
del conocimiento espiritual?
¿Puede una hoja de papel disfrutar de la nectarina
sabiduría contenida en el libro?
Encarnaciones del amor: los caminos en el mundo son de dos tipos: el camino de pravritti (el camino mundano) y el camino de nivritti (el camino interior). La gente piensa que los fenómenos materialistas percibidos y disfrutados por el hombre pertenecen al ámbito de pravritti, y todo lo que lo trasciende, abarcando lo dichoso y lo inmortal, es el ámbito de nivritti. En realidad, ambos son uno y lo mismo, pues provienen de la misma fuente. Las tendencias exteriores no son más que los ecos y reflejos de los sentimientos interiores.
¿Cómo es que el hombre no puede liberarse de las cadenas de pravritti y seguir el camino de nivritti? Las tendencias acumuladas de vidas pasadas son la causa de esto. No es posible para nadie sumergirse de repente en el camino de nivritti. El cambio del camino de pravritti al de nivritti debe ser gradual y constante.
Las celebraciones de la boda en Mithila duraron cuatro días. Aunque nuestros rituales matrimoniales parezcan meramente materialistas, están cargados de un profundo significado espiritual. El primer día de la boda, el grupo del novio se dirigió a la casa de la novia, acompañado por pundits y sacerdotes, para entregar la invitación de boda. Ese mismo día, el grupo de la novia, acompañado por sumangalis (mujeres cuyos esposos están vivos), se dirigió a entregar la invitación de boda a la casa del novio. El segundo día, se leyó en voz alta la historia de las dinastías a las que pertenecían la novia y el novio, y se expresó gratitud a sus respectivos antepasados. Se leyeron los nombres de los grandes reyes que trajeron gloria a Kosala y Mithila, y se exaltaron sus virtudes. Se recordó a los grandes emperadores que adornaron la dinastía Ikshvaku, y se elogiaron y sus virtudes. De manera similar, se leyeron los nombres de los grandes que reinaron sobre el reino de Videha, comenzando con el emperador Nimi, quien fundó la gran ciudad de Mithila. Estos rituales revelan la verdad de que la gratitud es un aspecto importante de la vida y debe expresarse hacia todos aquellos que han contribuido a la gloria del linaje y del país.
El tercer día se realizaron grandes actos de caridad. A personas que lo merecían, se donaron vacas y demás ganado, bellamente decorado con ornamentos y telas doradas. Donar vacas es significativo, pues la vaca es una de las cuatro madres del hombre (Dehamata, Gomata, Bhoomata y Vedamata).
El cuarto día tuvo lugar el ritual de Kanyadana. Janaka trajo a su hija Sita, seguida por Urmila, Mandavi y Srutakeerti. Estas tres eran hijas de los hermanos de Janaka, Saaka y Kushadhawaja. Urmila era hija de Saaka, mientras que Mandavi y Srutakeerti eran hijas de Kushadhawaja. Mientras tanto, Dasaratha trajo a sus cuatro hijos. Se levantó el velo entre las novias y los novios.
Rama miraba hacia otro lado, negándose a mirar a Sita. Janaka lo notó y le dijo a Rama: —Mama puthri idam Sita (esta es mi hija Sita). A esto, Rama respondió: —Aún no he atado el mangala sutra (el hilo del matrimonio). Es un pecado ver a la novia antes de casarme con ella; no deseo traer deshonra al gran linaje Ikshvaku por mi conducta. Esta declaración de Rama testifica que Él era la Encarnación del Dharma. Rama observaba el principio de una sola esposa, una sola palabra y una sola flecha. Mientras los sacerdotes cantaban mantras y los músicos tocaban instrumentos musicales, Rama ató el mangala sutra alrededor del cuello de Sita.
Llegó entonces el momento para que la novia y el novio se colocaran guirnaldas mutuamente. Rama era mucho más alto que Sita, y a Sita le resultaba difícil alcanzar la altura de Rama para ponerle la guirnalda; así que se quedó en silencio, sosteniendo la guirnalda en la mano. Rama entonces hizo una seña a Lakshmana. Solo Lakshmana, que era extremadamente inteligente, conocía el significado de esta seña. Comprendiendo la seña hecha por Rama, Lakshmana respondió con otra seña indicando que lo que Rama quería no era posible. Rama había comunicado a través de su seña que, dado que Lakshmana era Adisesha (la serpiente sobre cuyo cuerpo enrollado descansa el Señor Narayana), elevara el suelo donde estaba Sita. Lakshmana, con su seña, indicó que si elevaba el suelo donde estaba Sita, todo el terreno a su alrededor también se elevaría. Rama no estaba dispuesto a inclinar la cabeza, pues había jurado que no la inclinaría ante una dama, aunque la inclinaría ante sus devotos. Lakshmana, que era muy ingenioso, inmediatamente se postró a los pies de Rama. Rama tuvo que inclinarse para levantar a Lakshmana. ¡Sita aprovechó inmediatamente la situación y puso la guirnalda a Rama! Los cuatro novios, acompañados por las cuatro novias, luego caminaron alrededor del fuego sagrado.
Una criada trajo entonces un recipiente lleno de agua del río Sarayu para que Sita lavara los pies de Rama. Sita dudaba en hacerlo, pues pensaba que los brazaletes de oro que llevaba podrían convertirse en mujeres, como ocurrió con Ahalya, que, petrificada, se levantó como una mujer de carne y hueso al contacto con los pies de Rama. Lakshmana, que leyó los pensamientos de Sita, limpió los pies de Rama con una toalla. Luego le pidió a Sita que lavara los pies de Rama con las aguas del río Sarayu. Sita lo hizo y roció el agua sobre su cabeza.
En el momento del Kanyadana (dar a la hija en caridad), Janaka, de acuerdo con las Escrituras, dijo: «Doy a mi hija en caridad a Ti». Se esperaba que el novio dijera: «Acepto a tu hija», pero Rama permaneció en silencio sin pronunciar una palabra. El sacerdote que oficiaba la boda le dijo a Rama: —¡Oh, Rama! El momento auspicioso está pasando; apresúrate y di: «Acepto a tu hija». Entonces, Rama respondió: —Los del linaje Ikshvaku nunca aceptan caridad. Dado que has usado la palabra dana después de kanya, no puedo aceptarla. Los de la dinastía Ikshvaku solo dan caridad y nunca la aceptan. Si retiras la palabra dana después de kanya, estoy dispuesto a aceptarla. Janaka, que entendió la idea de Rama, retiró la palabra dana después de kanya. Entonces, Rama dijo: —Acepto a tu hija.
Según la tradición de Bharat, el novio debe hacer la promesa arthecha, kaamecha, dharmecha, naathi charmi (la complaceré con respecto a la riqueza, el deseo y la rectitud). Rama se negó a hacer esa promesa, pues sentía que uno debe estar dispuesto a renunciar a su pareja en la vida si ella se interpusiera entre Él y su pueblo. Por lo tanto, juró: —El bienestar de mis súbditos es de importancia suprema para Mí. Si encuentro que ella desagrada a mis súbditos, renunciaré a ella. Así fue como Rama estableció altos estándares de conducta como gobernante. Los gobernantes de aquellos días eran muy cuidadosos con cada palabra que pronunciaban, pues nunca se desdecían de su palabra.
Mientras estaban así ocupados, Vishwamitra se acercó y dijo: — ¡Oh, Rama y Lakshmana! Les doy mi última bendición, pues me voy a los Himalayas ahora mismo. La misión por la cual vine al mundo ya está cumplida. Estaba esperando ver la unión entre Prakruthi y Paramatma. He sido un instrumento para que se logre la unión del Señor Narayana y Lakshmi. Es hora de que yo abandone este cuerpo. Por eso me voy a los Himalayas. Al escuchar estas palabras de Vishwamitra, todos se sintieron atónitos y tristes. Vishwamitra jugó un papel clave en la primera parte del Ramayana. Antes de partir, Vishwamitra entregó a Rama todas sus poderosas armas, y dijo: —Eres la fuente original de todas las armas. Te las devuelvo. El bienestar y la prosperidad del mundo descansan en Tus manos. Por eso entrego estas armas en Tus manos. Derramando abundantes lágrimas, Dasaratha dijo: —Sabio Vishwamitra, no puedo olvidar el bien que has hecho a mi hijo. Siempre te estaré agradecido. Vishwamitra recibió los saludos de toda la gente allí, consoló a los que lloraban y se fue a los Himalayas. Después de este incidente, no hay mención de Vishwamitra en ningún lugar del Ramayana.
Se hicieron todos los arreglos para el viaje de regreso a Ayodhya, pero Mandavi y Srutakeerti dudaron en partir ese día. Srutakeerti, que era experta en la ciencia de leer presagios, sintió que no era un día auspicioso para el viaje. Pero ellas no podían decirlo abiertamente a todos, de modo que dijeron que se unirían al grupo más tarde. Sin embargo, Dasaratha se negó a aceptar la sugerencia y quiso que se prepararan para el viaje. Urmila, que escuchó de Mandavi la causa de la duda, le dijo a Sita que el día no era auspicioso para iniciar el viaje. Sita le respondió: —¿Por qué preocuparte cuando el Señor mismo viene con nosotras? El Señor Rama es la encarnación del Tiempo. Cuando el Señor mismo viene con nosotras, no necesitamos esperar un momento auspicioso. Rama nos cuidará si en el camino ocurre algo inesperado».
El viaje de regreso a Ayodhya comenzó, y la gente de Mithila se sintió intensamente triste. Ni siquiera el emperador Janaka, que era un gran karma yogi, pudo contener el llanto. La gente de Mithila quedó atónita al ver que Janaka, que no tenía apego, estaba llorando. Explicándose, Janaka dijo: —Estas lágrimas mías no son de tristeza; en realidad son lágrimas de felicidad.
Janaka envió un gran séquito de carros, caballos y elefantes junto con las cuatro novias. Mientras viajaban, escucharon una fuerte voz que dijo: —¡Deténganse!Parasurama apareció en escena, para sorpresa y conmoción de todos. Parasurama le dijo a Rama: —¡Oh, Rama! He oído que has roto el arco de Shiva. El arco de Shiva no es de gran importancia, y no es difícil levantarlo. Si realmente tienes fuerza, deberías romper esta arma mía. Dicho esto, Parasurama lanzó su arma a los pies de Rama. Rama la recogió con calma y rompió el arma. Parasurama inmediatamente se postró a los pies de Rama.
La gente tiene una opinión distorsionada sobre Parasurama, describiéndolo como un sabio muy egoísta que buscaba pelear con Rama. En realidad, Parasurama fue allí con el divino propósito de entregarle a Rama uno de los dieciséis esplendores (kalas) que poseía. Un Poornavathar tiene dieciséis esplendores. El Señor Rama poseía doce kalas y sus hermanos tenían tres kalas. El kala restante estaba en poder de Parasurama. Mientras se inclinaba a los pies de Rama, Parasurama le pasó el decimosexto kala. Luego, la caravana continuó hacia Ayodhya, donde les esperaba una magnífica recepción. Hombres y mujeres cantaban y bailaban, y ofrecían arathi a los príncipes y sus esposas. Había alegría y júbilo por todas partes. La celebración duró diez días completos.
Durante doce años, Rama y Lakshmana ayudaron a su padre en la administración del reino. Se condujeron de manera ejemplar, para deleite de todos en el reino.
Una noche, Dasaratha sintió sed y quiso beber agua. Cuando tomó la jarra de agua, descubrió que su mano temblaba. Se dio cuenta de que ya no era tan fuerte como antes, y le sobrevino la idea de que, habiéndose debilitado, ya no era digno de gobernar el reino. Este pensamiento lo perturbó profundamente, y no pudo dormir el resto de la noche. Dasaratha sintió que se había debilitado, y su conciencia le dijo que ya no era apto para gobernar. En ese momento decidió entregar el reino a un digno sucesor. A la mañana siguiente, convocó a sus ministros para deliberar sobre el próximo gobernante de Ayodhya. ¡Qué magnánima y noble fue la conducta de Dasaratha! La conducta de Dasaratha está en marcado contraste con la de los políticos modernos que desean aferrarse al poder a pesar de sus muchas discapacidades.
En la reunión se decidió que Rama, el hijo mayor, era el digno sucesor del trono de Ayodhya. Era capaz, eficiente, ideal y omnisciente. Los ciudadanos se regocijaron mucho ante la perspectiva de que Rama se convirtiera en su gobernante. Rama era muy querido para ellos. Lo llamaban Priya darshana. Los ciudadanos anhelaban tener a Rama como su gobernante, pues Él era la encarnación del amor. Enseguida se hicieron grandes arreglos para celebrar el evento con toda magnificencia.
Manthara, la criada de la reina Kaikeyi, se sintió profundamente herida cuando escuchó que Rama iba a ser coronado como emperador de Ayodhya. Guardaba rencor contra Rama desde el día en que fue golpeada por una pelota que Rama pateó, la cual le dio en la espalda. Sucedió que Manthara estaba en un lugar donde los cuatro hermanos jugaban con una pelota. Cuando Rama pateó la pelota, esta fue directamente hacia Manthara y le golpeó la espalda. Manthara dio un salto cuando la pelota la golpeó. Todos los hermanos, excepto Rama, rieron a carcajadas por la acción de Manthara. Ella se sintió profundamente insultada y, desde ese día, albergó resentimiento hacia Rama. Cuando escuchó sobre la inminente coronación de Rama, su ira creció desmesuradamente y buscó con desesperación una salida. La ira (krodha) de Manthara y el deseo (kama) de Soorpanakha son la causa de todo el Ramayana. La ira de Manthara envió a Rama a la selva, y el deseo de Soorpanakha envió a Sita a Lanka.
La cruel Manthara fue entonces a ver a Kaikeyi y le dio la noticia. Kaikeyi se sintió llena de alegría cuando escuchó de Manthara que Rama, que era el más querido para su corazón, iba a ser coronado como emperador a la mañana siguiente.
Manthara se enfureció cuando la reina Kaikeyi le regaló un collar de perlas al recibir la buena noticia de la coronación de Rama. Inmediatamente lo arrojó lejos, pues no podía soportar la idea de que Rama, quien una vez la había insultado, iba a ser coronado como emperador de Ayodhya. Llena de ira, comenzó a envenenar la mente de Kaikeyi, aunque la reina había nutrido un profundo amor por Rama. Es indescriptible el daño causado por la ira.
Cuando la ira se apodera de una persona,
no puede realizar con éxito ningún trabajo.
Acumula pecados y es humillada.
La ira extingue la propia reputación
y lo separa a uno de las personas queridas.
Manthara finalmente logró cambiar la mente de Kaikeyi y causó que Rama, Lakshmana y Sita partieran de Ayodhya. La hora en la que Rama iba a ser coronado se convirtió, en cambio, en la hora de su partida de Ayodhya.
Algunas personas dicen que el momento establecido para la coronación no era auspicioso, y que eso causó la partida de Rama de Ayodhya. Tal afirmación es incorrecta. El momento para la coronación fue establecido por nada menos que el iluminado sabio Vasishta. Con seguridad, fue la voluntad de Rama la que finalmente causó su partida de Ayodhya. Rama había preparado al respecto la mente de Kaikeyi desde hacía mucho tiempo, pues era muy cercano a ella. Un día, durante el curso de su conversación con Kaikeyi, le dijo: —Madre, prepárate para mi partida a la densa selva. Tengo que ir allí para provocar la destrucción de los demonios. Puede que ganes una mala reputación por esto, pero sé fuerte mentalmente. Pídele a mi padre el don de que Bharatha sea coronado rey, y que yo sea enviado a la selva. Esa era la intimidad y comprensión que existía entre la reina Kaikeyi y Rama. Ella era una encarnación de la virtud. Amaba a Rama más que a su propio hijo Bharatha.
Finalmente, llegó la hora de la partida de Rama de Ayodhya. Rama estaba lleno de sonrisas, aunque la hora de la coronación resultó ser la hora de su partida a la selva. Rama podía comportarse así porque no era un humano común, sino la encarnación de la Divinidad. Kausalya no pudo tomar la triste noticia con la misma ecuanimidad que Rama. Dijo: —¡Oh, Rama! Nunca imaginé, ni en mis más locos sueños, que te irías a la selva. Lo que está destinado a ocurrir, ocurrirá. Para Ti, la selva será Ayodhya, y para mí, esta Ayodhya será una selva. Triunfa en Tu misión y regresa a casa.
Mientras Rama partía hacia la selva, Lakshmana se unió a Él, pues era imposible para él vivir sin Rama. La separación entre Rama y Lakshmana es impensable, porque Lakshmana era la encarnación de Adisesha, sobre quien descansa el Señor Narayana. Lakshmana acompañó a Rama sin deciruna palabra a nadie. Simplemente le dijo a Rama: —Oh, Rama, vine a este mundo para servirte. No puedo vivir sin Ti ni por un momento. Dado que Rama conocía el corazón de Lakshmana, le permitió acompañarlo. Mientras tanto, la gente se enteró de la partida de Rama. Se sumieron en un dolor inexpresable y gritaron desgarradoramente: —¡No podemos vivir sin Rama! Es mejor estar muertos que vivos, pues no podemos soportar el dolor de la separación de Rama. Rama los consoló y se dirigió a la selva. En Ayodhya, Dasaratha murió de pena por la separación de Rama.
En el momento en que Rama fue al exilio, Bharatha y Satrughna estaban en el reino de Kekaya, adonde los había llevado su tío. El sabio Vasishta, el sumo sacerdote, envió un mensaje al rey de Kekaya para que Bharatha y Satrughna fueran enviados inmediatamente de vuelta a Ayodhya. No les informó que Dasaratha había muerto. A los jóvenes les llevó quince días llegar a Ayodhya, aunque viajaban rápido en carrozas. Los dos hermanos quedaron conmocionados al ver el aspecto apagado de Ayodhya. Los pájaros y las bestias achachaban la cabeza por la tristeza y lloraban desconsoladamente. Los perros vagaban por las calles gimiendo. Bharatha detuvo el carro frente a la mansión de Kaikeyi y corrió a ver a su madre, pero quedó conmocionado al verla. Ella le dijo que Dasaratha había fallecido y que debía realizar los ritos fúnebres. Bharatha se sintió triste por no haber tenido la buena fortuna de ver a su padre en su lecho de muerte. Se consoló pensando que al menos Rama y Lakshmana habían tenido la suerte de estar con su padre en el último momento.
Luego, Bharatha corrió a la mansión de la madre Kausalya. Allí, Kausalya le relató la cadena de eventos conducente a que Rama, Lakshmana y Sita partieran de Ayodhya. La tristeza de Bharatha por la muerte de su padre pasó a un segundo plano cuando escuchó la más dolorosa noticia de la partida de Rama de Ayodhya. Su pena por la muerte de su padre se convirtió en furia cuando supo que fue su padre quien había ordenado a Rama abandonar Ayodhya. Lleno de ira y furia, se negó a realizar los ritos fúnebres a su padre y decidió ir a la selva a traer a Rama de vuelta a Ayodhya. Pero el sabio Vasishta lo tranquilizó y lo convenció de que era su deber realizar los últimos ritos de su padre. Finalmente, Bharatha realizó los últimos ritos al cuerpo, que había sido preservado en aceite durante quince días.
Luego Bharatha resolvió llevar a Rama de vuelta a Ayodhya. Acompañado por sus madres, ministros y el séquito real, se dirigió a la selva. Incluso Manthara lo acompañó. El santo Thyagaraja rindió homenaje a Bharatha describiéndolo como «inteligente». El santo cantó:
¿Cruzaría el mono el puente,
te adoraría la diosa Lakshmi
y te veneraría Lakshmana, |