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1995
Brindavan
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Naasti Lobha Samo Vyaadhih
Naasti Krodha Samo Ripuh
Naasti Daaridryavat Dukham
Naasti Jnaana Samo Sukham
No hay enfermedad como la codicia,
no hay enemigo como la ira,
no hay dolor mayor que la pobreza,
no hay felicidad igual a la sabiduría.
Todos se esfuerzan por alcanzar la felicidad suprema y eliminar el sufrimiento, pero no lo logran. La creación es vasta e infinita. El hombre es solo una pequeña parte del cosmos y, por lo tanto, debe vivir en armonía con el bienestar de todos. En cambio, el hombre cree que la creación existe para su propio disfrute, y la explota. Así como un niño obtiene leche de su madre y una abeja extrae néctar de una flor, el hombre también puede tomar de la naturaleza los recursos necesarios.
Hoy en día, vemos a la naturaleza rebelarse mediante desastres, porque el hombre ignora todos los límites al explotar sus recursos. Lluvias torrenciales, sequías, terremotos, inundaciones: tales son las consecuencias de la codicia del hombre. Debido al progreso científico, los científicos se han vuelto egoístas, sin considerar el bienestar del mundo. Provocan que la naturaleza se rebele contra ellos.
El Bhagavatham dice: «Durlabho Maamusha Janmah»: un nacimiento humano es difícil de obtener. El Viveka Choodamani afirma: «Jantoonaam Nara Janma Durlabham»: un nacimiento humano es el más raro entre todos los seres. Los Puranas enseñan que, entre las 8.400.000 especies de seres en el mundo, los humanos son los más evolucionados. Cuando reflexionamos sobre estas declaraciones de las Escrituras, comprendemos cuán pura, valiosa y sagrada es la vida humana. Hoy hemos olvidado que un nacimiento humano es invaluable, potencialmente divino y lleno de suprema felicidad. Así, invitamos sobre nosotros mismos el sufrimiento.
Solo el comportamiento de ustedes es responsable por la felicidad suprema y por el sufrimiento. La gente no logra convencerse de este hecho. Con una conducta pura, pueden adquirir toda la felicidad suprema y toda la comodidad que deseen. Si quieren paz mental, también sus deseos deben estar dentro de ciertos límites. Los hombres están enloqueciendo porque no ponen límites a sus deseos irrazonables.
En la dinastía bharatiya «Chandravamsha» había un emperador llamado Trisanku. Era un gran rey en todos los sentidos. Era veraz, una encarnación del dharma, y trataba a sus súbditos como si fueran sus propios hijos. Su corazón estaba lleno de compasión. A pesar de sus excelentes cualidades, Trisanku no pudo limitar un deseo peculiar que se abrió paso en su corazón: Anhelaba morar en el cielo con su cuerpo físico.
Con este fin, Trisanku fue a ver a su gurú familiar, el sabio Vashishta. Dijo: «Respetado Gurú, por favor ayúdame a cumplir este deseo y trae plenitud a mi vida». Vashishta respondió: «¡Qué vergüenza! Tu deseo es antinatural. Este cuerpo es impuro. Es el hogar de mucosidades, desechos y enfermedades. Llevar este cuerpo efímero a los reinos celestiales es como llevar a rastras un cadáver. La gente gana el cielo tras
buenas acciones y yagnas realizados durante muchas vidas. Es imposible llevar allí el cuerpo físico. Va contra las reglas de Dios para la creación, siquiera intentarlo. Este pensamiento no es digno de ti. No puedo ayudarte. Si insistes, puedes acudir a otro sabio».
Trisanku regresó a casa desanimado. Después de un tiempo, viajó hacia el norte. Fue a encontrarse con los brillantes, austeros, poderosos y altamente estimados hijos de Vashishta. ¡Los hijos de Vashishta habían superado incluso a su padre! Nadie era mayor que ellos en sabiduría, fama y austeridades. Trisanku les contó su problema y las palabras de Vashishta. Ellos dijeron: «¡Trisanku! Nuestro padre es tu gurú personal y el gurú de tu dinastía. Al venir a nosotros, lo has desobedecido, lo has insultado. ¿Por qué anularíamos a nuestro padre? ¿Quieres que vayamos contra nuestro padre como tú lo hiciste? No hay lugar entre nosotros para un discípulo que no valora las palabras de su gurú. ¡Vete!».
Trisanku no tenía a dónde ir. Entonces fue a ver a Kausika. Este Kausika también era originalmente un rey. Pero su orgullo real sufrió una caída cuando se opuso al poder espiritual de Vashishta. En ese momento, estaba realizando arduas austeridades para obtener poderes espirituales. Kausika decidió satisfacer a Trisanku a cualquier costo, solo porque Vashishta se había negado a hacerlo. ¿Por qué? Kausika odiaba y envidiaba intensamente a Vashishta. Vashishta era un «Brahmarishi», mientras que él solo era un «Rajarishi».
Kausika se había esforzado enormemente para alcanzar el estatus de «Brahmarishi», pero hasta entonces había fallado. ¿Cuál era la razón? Su odio, ira y celos le impedían avanzar más allá del nivel de «Rajarishi». Quien alberga ira y celos nunca puede prosperar. Nunca puede alcanzar sus metas. No hay enemigo mayor que la ira. No hay enfermedad mayor que la envidia. Hay un remedio para cada enfermedad, pero ninguno para los celos. Y Trisanku buscó ayuda de Kausika, en quien había tantas malas cualidades.
Kausika le aseguró: «¡Te enviaré al cielo con tu cuerpo físico, sin falta!». Comenzó a planear un yagna y convocó a muchos «rithwiks». Ninguno de ellos aprobaba este yagna, pero aun así vinieron, temiendo la ira de Kausika. Kausika era la ira personificada. Los «rithwiks» no querían ser consumidos por el fuego de su cólera. Se dijeron a sí mismos: «Vayamos calladamente y hagamos nuestro trabajo».
Comenzó el yagna para enviar a Trisanku al Cielo. No se veía a ningún Deva acercándose a aceptar las ofrendas del yagna. Kausika entendió que los Devas desaprobaban el motivo de Trisanku. Decidió enviar a Trisanku al Cielo únicamente por el poder de sus austeridades. Vertió todos sus poderes espirituales en un bastón de madera. Luego, sosteniendo el bastón en alto, anunció: «¡Trisanku! Te ordeno que asciendas al Cielo». Trisanku comenzó a elevarse en el aire y pronto desapareció de la vista. Todos quedaron sin palabras ante este evento increíble. Después de un tiempo, escucharon gritos: «¡Gurú Ji! ¡Gurú Ji!». Cuando miraron hacia arriba, vieron a Trisanku cayendo mientras gritaba: «¡Gurú Ji! Indra no me permitió entrar al Cielo. ¿Qué debo hacer? Espero tu orden».
Kausika se puso furioso por la audacia de los «Devas» que habían rechazado la entrada a su suplicante. Dijo: «Quédate ahí, no bajes». Con Trisanku como punto central, Kausika comenzó a crear un segundo universo por la fuerza de su poder espiritual. Creó todo nuevo: sol, luna, planetas, estrellas, cielo, y así sucesivamente. Pero los «Devas» consideraron estas creaciones como artificiales y las ignoraron.
Mientras Trisanku estaba en ese estado, su hijo Harischandra gobernaba el reino. Este no era Sathya Harischandra, famoso por su veracidad. Su nombre era Harischandra a secas. Este Harischandra oró al señor Varuna pidiendo un hijo. Prometió que entregaría al hijo a Varuna tan pronto naciera. Varuna escuchó su oración y en pocos meses nació un hijo. El hijo fue nombrado Rohita. Harischandra no pudo decidirse a entregar a Rohita a Varuna. Incumplió su promesa. Rohita se enteró del error de su padre. Pensó: «Me pregunto qué calamidades podrían sucederme en este reino», y huyó al bosque. Pasó muchos años vagando sin rumbo, subsistiendo con raíces y tubérculos. Mientras tanto, como consecuencia de romper su promesa, Harischandra fue afligido por una enfermedad crónica.
¿Cuál es el significado profundo de estas historias? El padre, Trisanku, alimentó un deseo que iba contra las leyes de la naturaleza. El hijo, Harischandra, no cumplió su palabra. Estas historias se cuentan para ilustrar el sufrimiento que resulta de estas dos acciones: romper la palabra dada y actuar contra la ley divina.Todos, sin distinción, deben seguir necesariamente las reglas y disciplinas de la naturaleza. Nadie tiene la autoridad para oponerse a estas reglas, que representan la ley divina. Romper tales leyes es invitar grandes calamidades. Esta es una enseñanza importante del Bhagavatham.
Rohita se enteró de la enfermedad de su padre. Intentó regresar a casa muchas veces. Pero Indra se le aparecía y lo disuadía cada vez. Rohita se consideraba responsable de la enfermedad de su padre. Buscaba continuamente una solución a este dilema. Pensó en la promesa de su padre a Varuna: un ser vivo debía ser ofrecido a Varuna en un yagna.
El padre puede tener amor por sus hijos, sin duda. Pero debe estar dentro de límites. No debe ser excesivo como el amor de Dhritarashtra, ni deficiente como el de Hiranya Kashyapa. Pasan los años y llega la vejez, ¡pero el apego del hombre solo crece y crece! Esta es la razón por la que el hombre de hoy experimenta el infierno. ¿Por qué? El apego y la posesividad son los únicos responsables del sufrimiento. El apego debe tener límites. Sin límites, el hombre olvida su naturaleza divina, se comporta como un animal y pierde el respeto en la sociedad.
Rohita resolvió regresar y poner fin al sufrimiento de su padre. En el camino, se encontró con una pareja y sus tres hijos. Rohita les dijo: «Les daré riquezas incalculables, vacas y tierras a cambio de uno de sus hijos. Necesito un niño para un yagna. ¿Me darán a su hijo mayor?». El hombre dijo: «Amo inmensamente a mi hijo mayor. No puedo vivir sin él». Rohita insistió: «¿Y qué tal su hijo menor?». La esposa intervino: «Es el favorito de mi corazón. No puedo separarme de él». El hijo del medio no era tan amado como los otros dos. El padre dijo: «Puedes llevarte a nuestro segundo hijo».
El segundo hijo se dijo a sí mismo: «¡Qué lamentable soy! No pude hacerme digno del afecto de mis padres. Es mucho mejor ofrecer mi vida en un yagna que vivir una vida así». Fue con Rohita por su propia voluntad. Este niño era Sunassepha. Caminaron una larga distancia y se sintieron cansados. Tenían hambre, pero no veían ninguna vivienda humana cerca. Notaron una ermita a lo lejos y corrieron hacia ella. La ermita era la morada del noble sabio Vishwamitra.
Sunassepha le abrió su corazón a Vishwamitra. «¡Oh, gran sabio! Esta es mi lamentable situación. Por favor, protégeme de alguna manera y hazme tu discípulo», suplicó. Vishwamitra le aseguró: «No te preocupes, definitivamente te salvaré». Inmediatamente mandó llamar a sus tres hijos y les instruyó: «Uno de ustedes debe aceptar ir al yagna en lugar de este niño. Harischandra está realizando un yagna en el que un ser debe ser ofrecido a Varuna. «Paropakaaraartham Idam Sareeram»: nuestros cuerpos están destinados a servir a otros. Debemos estar siempre listos para dar nuestra vida para proteger a otro». Los hijos de Vishwamitra estallaron en risas. «Padre, ¿estás dispuesto a sacrificar a tus propios hijos por un niño desconocido? ¿Es esto lo que se supone que debes enseñarnos?». Ninguno de ellos aceptó renunciar a su vida. Entonces Vishwamitra llamó a Sunassepha y le dijo: «Hijo, para que este yagna se complete se requieren dos mantras. Te los enseñaré ahora. Recítalos en el yagna».
Sunassepha aprendió de memoria los dos mantras y suguió su viaje con Rohita. El yagna de Harischandra comenzó. Harischandra se sintió culpable por estar dispuesto a sacrificar a Varuna el hijo de otra persona. Reconoció su agudo egoísmo. Rohita también sufría terriblemente, con sentimientos de culpa. Pero no podía desobedecer la orden de su padre de sacrificar a Sunassepha.
Cuando el yagna estaba por concluir, Sunassepha recitó sus mantras en voz alta. En esa serena atmósfera, esos mantras iluminaron los alrededores. Varuna notó el brillo de los mantras y descendió al lugar en persona. Varuna dijo: «¡Harischandra! Prometiste una cosa e hiciste otra. Tu enfermedad no es más que el fruto de este acto pecaminoso. La palabra dada debe ser cumplida. Nadie está exento de esta obligación. Incluso a costa de la propia vida, no rompas tu promesa. «Sathyam Naasti Paro Dharmah»: no hay dharma superior a la verdad. Todo este universo ha surgido de la verdad, y en la verdad se funde finalmente. No hay lugar en el mundo sin verdad. En lugar de proteger y experimentar la verdad, te opusiste a ella e invitaste el sufrimiento. Sin embargo, tu hijo Rohita oró para que Sunassepha fuera salvado a cualquier costo. Cediendo a la fe y los puros sentimientos de Rohita, he venido en persona». ¿Pagar dinero para comprar al hijo de otra persona y sacrificarlo? Esto es un gran pecado. Los padres también ofrecieron a su hijo al ceder a la codicia.
Aquí debemos comprender el significado profundo. ¿Quién fue la causa básica de todo este sufrimiento? Fue Trisanku. Él actuó contra la ley natural. ¿Quería que se creara una segunda creación solo para él? Esto va contra la voluntad de Dios. Estos defectos también aparecieron en su hijo, hasta cierto punto. Quien se opone a la voluntad de Dios no puede sobrevivir en este mundo. Desobedecer la voluntad de Dios es «bhagavat-droham» y «guru-droham», traición hacia Dios y hacia el gurú. Trisanku sufrió porque fue un traidor a Dios y a su gurú. Uno debe ser obediente también a su padre. La devoción y obediencia a Dios, al padre y al gurú: estos son los sellos distintivos de la cultura bharatiya. Trisanku despreció la santidad de estas tres relaciones.
Trisanku era solo un rey. ¡Pero miren al sabio Kausika! Tenía una sabiduría inmensa y tremendas austeridades a su favor. Sin embargo, se rebajó a ayudar a Trisanku en su cuestionable deseo. Kausika no habría ayudado a Trisanku en circunstancias normales, pero su odio hacia Vashishta lo llevó a dar ese paso. El odio nubla el discernimiento. ¿De qué sirven arduas austeridades, yagnas y muchos tipos de educación? Kausika era un maestro de todas las Escrituras, poseía un poder espiritual ilimitado y era una encarnación del dharma. Pero permitió que el odio entrara en su corazón y desperdició todas estas virtudes. Realizó una tarea que incluso la gente común habría reconocido como incorrecta.
Por esta razón, el respeto hacia Kausika disminuyó gradualmente. Solo sus austeridades y poderes sostenían su reputación menguante. Las austeridades de Kausika tenían los celos como base. Estaba celoso de que Vashishta hubiera ganado el título de «Brahmarishi». A pesar de sus austeridades, Kausika no podía controlar su ira. Incluso después de que Brahma se le aparecera y lo honrara con el título de «Rajarishi», su ira no disminuyó. Brahma sabía que Kausika estaba lleno de «Rajo Guna» y, por lo tanto, le dio el título de «Rajarishi». Alguien que tiene «rajas» es un «Rajarishi». El que reconoce la naturaleza de Brahman y actúa según los impulsos del Atma es un «Brahmarishi».
Kausika era originalmente un rey. Hace muchos, muchos años, fue al bosque a cazar. Estaba agotado después de un día completo de caza. Se encontró con una ermita, la ermita del sabio Vashishta. Le rindió sus respetos a Vashishta. Cautivado por la serenidad y la belleza natural de la ermita, Kausika se quedó allí, conversando con Vashishta. Después de un tiempo, pidió permiso a Vashishta para regresar a su ciudad. Vashishta dijo: «Tú eres el emperador de esta tierra. Bajo tu gobierno, nosotros, los ascetas, podemos vivir pacíficamente en el bosque. A través de tus políticas administrativas, estás siempre atento a la protección y el cuidado de los sabios. Es nuestro deber honrar a nuestro rey como un invitado especial. Debes aceptar mi hospitalidad».
Kausika dijo humildemente: «¡Swami! No estoy aquí solo. Miles de soldados están conmigo. Si me das un vaso de agua o leche, es suficiente. Por favor, no te molestes». Vashishta dijo: «¡Oh, rey! No hay escasez de nada en esta ermita. Donde la gracia de Dios se derrama, la abundancia integral se manifiesta. Soy capaz de ofrecer hospitalidad a cualquier cantidad de tus soldados». Kausika se sorprendió. Se preguntó: «¿Cómo planea este sabio proporcionar alimento a todo mi ejército?». La arrogancia de Kausika creció, y pensó: «Pondré a prueba a este sabio». Aceptó la solicitud de Vashishta.
Vashishta llamó con cariño: «¡Sabali, Sabali!». Una vaca llegó allí. Vashishta le dijo a la vaca: «Mira, Sabali. Hoy el rey es nuestro invitado. Por favor, organiza su comodidad y la de sus soldados». En un abrir y cerrar de ojos, ¡todo apareció! «Sabali» era una «kamadhenu», una vaca que cumple los deseos, regalada por el señor Brahma. Hubo alimento incluso para los elefantes y caballos de Kausika, ¡qué decir de sus soldados y de él mismo! Kausika era un emperador, pero ni siquiera sus cocinas reales habían producido nunca alimentos tan deliciosos. La arrogancia y la codicia entraron en el corazón de Kausika. Pensó: «Esta vaca milagrosa debe residir con un rey, no con un recluso en un bosque».
Kausika terminó de comer. Luego le dijo a Vashishta: «¡Oh, sabio! Tengo una pequeña petición. Por favor, dame a Sabali». Vashishta dijo: «Eso es imposible. Sabali está destinada a estar conmigo». Kausika intentó convencerlo de muchas maneras, pero Vashishta no cedió. Kausika perdió la paciencia, se volvió hacia sus soldados y dijo: «Arrastren a esta vaca a nuestra ciudad». Los soldados comenzaron a arrastrar a Sabali y ella gritó a Vashishta: «¡Gurú Ji! ¿Qué falta he cometido? ¿Por qué permites que me arrastren?».
Vashishta le dijo: «Aquí hay un rey que está orgulloso de su fuerza física e intelectual, pero no tiene fuerza de virtud. ¿Cómo puedo razonar con un rey desprovisto de virtud?». Intentó aconsejar a Kausika, pero fue en vano. El ejército de Kausika consistía en cientos de miles de soldados. ¿Quién podría desafiar tal fuerza? Conociendo la fuerza de Sabali, Vashishta le dijo: «Te permito que los enfrentes como desees».
En un instante, Sabali creó de la nada un ejército divino de millones de soldados, que cayó sobre el ejército de Kausika. Los hombres de Kausika fueron aniquilados en cuestión de minutos. ¡Ni un solo soldado sobrevivió! NI siquiera los hijos de Kausika se salvaron. El único que quedó vivo fue Kausika, quien regresó a casa humillado. Desde entonces, su odio hacia Vashishta creció como un fuego abrasador.
La ira y el odio de Kausika fueron una maldición para él. Vashishta estaba siempre sereno, incluso durante este incidente. Vashishta lo advirtió: «El hombre iracundo no puede triunfar. Comete pecados y pierde su respeto. Se aleja de sus seres queridos y es despreciado por todos. Este terrible enemigo, la ira, destruye la suprema felicidad del hombre. Tu enemigo está dentro de ti, no afuera». Pero la actitud pacífica y los consejos de Vashishta hacían que la ira de Kausika aumentara aún más.
¿Cuál es la razón de la ira y la pérdida del discernimiento? ¡Es solo el apego! ¿Por qué un próspero emperador desearía esta vaca? En su reino tenía todas las comodidades. Esta vaca pertenecía al sabio y era una bendición divina para alimentar a los habitantes del bosque. ¿Por qué no dejar que la vaca permaneciera donde sus servicios eran más necesarios? Anhelar objetos que no debería desear es la razón de la ruina del hombre. El Bhagavatham está repleto de ideales: (1) Mantén tu palabra. (2) Nunca mientas. (3) Limita los deseos y el apego.
Sí, pueden tener apego por su esposa e hijos. Pero manténganlo dentro de ciertos límites. No solo deben limitar su apego, sino también su duración. La vida de jefe de familia es solo hasta los cincuenta años de edad. A los sesenta años, deben entrar en «Vanaprastha». Deben cortar los lazos con la esposa e hijos y liberarse de todas las responsabilidades. Los setenta años son el momento de la renuncia completa («sanyasa»). |