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Libros escritos por Sai Baba

8.EL SERVICIO DESINTERESADO

El trabajo realizado sin interés ni deseo por los beneficios que produzca, sino meramente por amor o por sentido del deber, constituye el yoga. Este tipo de yoga va destruyendo la naturaleza de tipo animal del ser humano, transformándolo en un ser divino. Sirvan a los otros visualizándolos como Almas afines. Esto le ayuda a uno a progresar y le salva de descender del nivel alcanzado. El servicio resulta mucho más saludable incluso que los sacrificios y el culto. El servicio hace que se desintegre el egoísmo latente en cada uno, hace que el corazón se abra y florezca.

Es así que el trabajo realizado sin deseos representa el ideal supremo para el hombre y cuando la mansión de la vida se levanta sobre estos cimientos, la sutil influencia de este basamento de servicio desinteresado, ayudará a que se vayan acumulando sobre él las virtudes. El servicio debe representar la expresión exterior de la bondad interior. Así, mientras más se dedique uno al servicio, la conciencia también se expande y se ahonda más y más, y se va conociendo también con mayor claridad la realidad del Alma.

Este ideal del servicio y la necesidad interna por llevarlo a la práctica, conforman el núcleo mismo de la educación. El amor puro, su principal manifestación, es lo que constituye la educación; nada más podría hacerlo. Dios ama como a sus hijos más queridos a aquellos que le hacen el bien a la humanidad. Ellos son los hermanos ideales de sus semejantes. Y son ellos los que merecen y adquieren la conciencia del Alma.

Todo aquel que dedique su riqueza, su fuerza, su intelecto o su devoción a impulsar el avance del género humano, deberá considerarse como una persona que debe ser reverenciada. Existen aquellos que han nacido para un propósito noble, los que observan el sagrado voto del servicio sin mancharlo con trazas de egoísmo.

Una persona se hace en verdad grande cuando, impulsada por la necesidad de ayudar al progreso de otros, dedica su fortuna, su talento o su inteligencia, su posición y posibilidades a esta labor. Alguien así es un real custodio del mundo. El que está consciente de sus deberes y obligaciones fundamentales y, vive sus días llevándolos a la práctica, se encontrará al final en la Paz Suprema en donde quiera que esté, y la extenderá a su entorno por la mera influencia de su presencia.

Vidya impele al hombre a lanzar al fuego sacrificial su estrecho ego y a nutrir en su lugar al amor universal, lo que constituye el cimiento para levantar la estructura superior de la victoria espiritual. Aquel amor que no conoce de límites, purifica y santifica la mente. Dejen que los pensamientos se centren en torno de Dios, que los sentimientos y las emociones sean sagrados y que los actos y actividades sean la expresión del servicio desinteresado. Hagan así que mente, corazón y manos se saturen con el bien. Vidya también debe contemplar esta tarea de sublimación del quehacer humano. Primero deberá instilar en el ser humano el secreto del servicio: el servicio que se le preste al prójimo deberá producir alegría en todo sentido. Además, Vidya deberá enfatizar que no se inflija ni perjuicio ni dolor ni pesar a nadie en nombre del servicio.

Mientras se preste algún servicio, no debe manchárselo con la actitud de llevarlo a cabo para la propia satisfacción, sino que debe ser prestado como parte esencial del proceso mismo de vivir. Este es el verdadero contenido de Vidya. Así como se requiere de ladrillos y cemento para la construcción de una casa, así también la actividad del servicio requiere de Vidya para fortalecer nuestra resolución de purificar nuestro pensamiento, nuestra palabra y nuestro actuar para llevar a cabo nuestros deberes. Este tipo de Vidya es el que representa la clave para el progreso del país.

¿Cuál es exactamente el secreto para asegurarle la paz y la prosperidad al género humano? El brindarle nuestro servicio a otros sin esperar su servicio en retribución. El karma, o actividad que ata es un inmenso árbol que crece con gran rapidez. El hacha que puede cortarle las raíces es la siguiente: la realización de cada acto como un acto de adoración para glorificar al Señor. Esto es lo que viene a ser el más importante de los rituales. Este sacrificio es el que estimula y otorga el Conocimiento de Brahman. Pongan atención a lo siguiente: el anhelo de llevar a cabo el servicio debe fluir por cada uno de los nervios del cuerpo, debe penetrar en cada uno de sus huesos y debe activar cada célula. Aquellos que se dedican a la práctica espiritual deberán haber llegado primero a posesionarse de esta actitud respecto del servicio.

El servicio (seva) es el capullo del amor (prema), una flor que llena el corazón de deleite. La fragancia de esta flor es el ser inofensivo. Deberán cuidar de que hasta los actos más insignificantes estén saturados de compasión y reverencia y tengan la completa seguridad de que esto hará que su carácter se vaya haciendo cada vez más luminoso con ello. La más alta felicidad la constituye el contentamiento. En donde no haya rudeza brotará la santidad y florecerá la virtud, en tanto que donde reine la codicia, el vicio proliferará. Uno debe cortar de raíz el impulso de vivir como un toro solitario; no acaricien el deseo de la soledad ni siquiera en sueños.

Vidya les instruirá respecto de pensar primero en sí mismos. Luego de haber logrado realizar la transformación de sí mismos podrán pensar en reformar a otros: éste es uno de los consejos que les ofrece Vidya. El ilusorio apego al mundo puede hacerse desaparecer por medio del servicio desinteresado, prestado en todo momento como un acto de adoración a Dios. El amor al terruño y el amor a la patria deben considerarse como menos importantes que el amor al género humano. La genuina devoción se caracteriza por el amor a todos, en todo momento y en todo lugar.

Sus actos y gestos, su apariencia y su lenguaje, sus hábitos alimentarios, su manera de vestir, sus movimientos, todo revelará su verdadera naturaleza. Debido a ello, presten atención a todas estas manifestaciones y cuiden que su lenguaje, sus movimientos, sus pensamientos, su conducta, reflejen armonía y amor, que sean puros y estén libres de descontrol o extravagancias.

Deben desarrollar suficiente humildad como para llegar al convencimiento de que es mucho lo que pueden aprender de otros. Su entusiasmo, su ambición, su resolución, su capacidad de trabajo, su acopio de conocimientos, su sabiduría, todo ello debe utilizarse con relación a los demás y no sólo para ustedes mismos. Su corazón deberá abarcar a todos los demás y también sus pensamientos deberán regirse por este mismo patrón.

El ingerir alimento constituye un ritual sagrado, representa un ejercicio espiritual, una ofrenda. Jamás deberán comer en momentos de ansiedad o de tensión emocional. El alimento ha de considerarse como una medicina para la enfermedad del hambre y como el sustento para la vida.

Los problemas que puedan ir encontrando deberán considerarlos como una afortunada oportunidad para desarrollar la fortaleza de su mente y para fortalecer su resistencia frente a todo.

La característica de la Naturaleza es la de "manifestarse como una multiplicidad"; la característica de lo Divino es "el absorberlo todo en la unidad". De manera que cualquiera que odie a otro, que lo rebaje o que lo denigre, es en verdad muy tonto, porque con ello no estará sino odiándose, rebajándose o denigrándose a sí mismo, sólo que no está consciente de esta verdad. Vidya instruye al ser humano para establecerse en esta verdad y le demuestra la Divinidad subyacente.

Hay que plantar la rosa de la divinidad en el corazón, junto a los jazmines de la humildad, teniendo a la generosidad como césped. En el botiquín de cada estudiante no deberán faltar las tabletas de la discriminación, las gotas del autocontrol ni las tres pomadas de la fe, la devoción y la paciencia. Con el uso de estos medicamentos, cada cual podrá evitar el contraer esa seria enfermedad llamada "ignorancia".

Hay muchas fuerzas destructoras en el mundo, pero junto a ellas hay también, afortunadamente, muchas fuerzas constructivas. Los estudiantes de Vidya jamás deberían volverse adoradores de los elementos materiales (yantras), sino que deberán transformarse en personas activas que le rindan culto a Dios y a las fórmulas místicas y sagradas (mantras). La autoridad y el poder son fortísimos tóxicos que contaminan y envenenan al hombre hasta destruirle. Ellos no hacen sino presagiar desgracia, en tanto que Vidya le conferirá plenitud y fortuna.