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Libros escritos por Sai Baba

19.LOS DOCENTES SON RESPONSABLES DEL CARÁCTER DE LOS ESTUDIANTES

De los tres instrumentos utilizados por el hombre para pensar, para hablar y para actuar, el tercero es el cuerpo, con sus manos prontas a ejecutar el pensamiento que se ha expresado en la palabra. La obra, el trabajo, la labor en la que se ocupa la mano del hombre, representa la fuente de toda felicidad o toda miseria en que el hombre se sume. El hombre afirma que es feliz o que está angustiado y asustado, o que está en problemas, y le atribuye las causas de estas condiciones a alguna otra persona o a las circunstancias. El creerlo así representa una visión equivocada, porque nuestra felicidad o miseria se deben a nuestras propias acciones. Ya sea que se acepte o se rechace esta verdad, de todos modos uno deberá pasar por todas las consecuencias de sus actos. Esta es la ley de la naturaleza. Uno podrá creer o no en el verano o en el invierno, en el fuego o en la lluvia, pero no podrá escapar del calor o del frío. Será afectado, de todos modos, por sus efectos. Es por ello que el mejor rumbo es el de dirigir nuestras actividades por líneas correctas.

Las manos no son los únicos miembros o agentes que se involucran en la actividad humana o Karma. Uno deberá mantenerse alerta y vigilante respecto de la pureza de todo lo que haga, todo lo que vea, todo lo que oiga. Tanto el pensamiento como la palabra y la acción han de estar libres de orgullo, de codicia y de odio. Las palabras que uno pronuncia deben estar libres de estas faltas; las cosas que uno aspira a oír deben carecer de cualidades superficialmente atractivas; los placeres que uno busca no deben estar contaminados por la negatividad. Los estudiantes deben comenzar a asimilar estas lecciones mentales y demostrar su efecto en el lenguaje. Y las lecciones enseñadas con palabras deberán ser traducidas en acción.

Sin embargo, !a educación de hoy no transforma la mente. Se detiene en el proceso de escuchar. Lo que entra por el oído puede no resultar claro para la mente, puede que la alcance sólo de manera difusa. Podríamos decir que la educación debe ser impartida de tal manera que la mente la reciba con claridad. Para lograr este objetivo, debe ser transmitida por mentes, bocas y manos que sean puras y que estén libres de defectos que las distorsionen o desvíen. Sólo así podrá ser claro el aprendizaje y podrá brillar la sabiduría.

Los estudiantes permanecen en la escuela por unos cuantos años solamente; los profesores, por su parte, y para justificar su profesión, deberán dedicarse de manera continua y sin interrupciones al estudio. Ello hace que debamos reconocer que los únicos estudiantes genuinos son los profesores. Ante el interrogante: ¿quién es el verdadero estudiante?, la respuesta deberá ser: el profesor.

El lema que inspire a todo profesor debería ser: "Seré el estudiante ideal que mis alumnos puedan emular". Y aquél que lo entienda habrá reconocido, en verdad, su deber. El docente debe bajar hasta el nivel del alumno y si no lo hiciera así y continuara enseñando, mejor no imaginar el destino del alumno.

Esto representa el proceso denominado "descendimiento". Ello no significa bajar de la cima al llano, sino únicamente el aceptar el nivel de la persona que ha de ser beneficiada. El bebé que gatea no puede saltar para subir hasta los brazos de su madre cuando ella le habla. La madre, por su parte, no se detiene a pensar: "yo soy una persona adulta y no puedo rebajarme agachándome", ya que si lo hiciera no merecería ser madre. El inclinarse no empequeñece a una persona. Así, tampoco el docente se estaría rebajando al descender hasta el nivel del alumno para enseñarle. Ello no representa más que una elogiable señal de amor.

En la actualidad son muchos los profesores que han caído en el hábito de decir: "Y bien, he preparado para hoy una lección sobre un tema y mi deber es dictarla... De modo que la expondré y luego me podré marchar". ¿Habrán entendido claramente los alumnos? ¿Qué tema es el que corresponde tratar, en qué forma y con qué método? Estas son cosas que no parecen preocuparles. Por otra parte, el docente deberá tener cuidado de comportarse de la misma manera en que aconseja a sus alumnos que lo hagan. Si a éstos se les hace aprender sus lecciones con amor, su reverencia por el profesor se hará más profunda. Cada docente debería empeñarse en estimular el desarrollo integral de los alumnos. Deberán expandir su propio corazón por medio del amor y no desperdiciar los años de su vida buscando promover sus propios intereses.

Un profesor no deberá cultivar rasgos que causen división. Los eruditos y los sabios de antaño trataban con igual afecto a sus hijos que a sus discípulos. Hoy, en cambio, ya no tenemos la confianza en que nuestros .docentes posean esta naturaleza. Cuando el hijo del director está respondiendo un examen en una sala, no se le pedirá al director mismo que se haga cargo de la vigilancia en ella, por temor a que le indique las respuestas correctas a su hijo, para ayudarle a sacar las mejores calificaciones. Sin embargo, en las ermitas de antaño nadie habría temido que el gurú mostrara alguna preferencia o parcialidad por alguien. En la actualidad, la corrupción se ha infiltrado en los pensamientos, palabras y actos a todo nivel, y de ahí que se tomen estas precauciones. Los profesores deben adoptar la práctica de purificar sus emociones, como para que puedan optar al estado y a la autoridad moral de gurús. El verdadero gurú deberá guiar a sus discípulos hacia una vida digna y feliz. Y el verdadero discípulo habrá de responder con entusiasmo y veneración.

Los profesores son responsables por la naturaleza, la calidad de las actividades y el carácter de los estudiantes, puesto que su saber y su autoridad dejan impresiones profundas en la juventud. Ello hace que deban apartar de sí todo tipo de engrandecimiento egoísta y de manipulación política, manteniendo únicamente la iluminación espiritual como ideal de vida. Todos los miembros de un cuerpo docente deberán convivir y relacionarse como hermanos. Los alumnos se dan claramente cuenta de las rivalidades o diferencias que se producen entre sus maestros. Cierto es que las diferencias resultan inevitables; sin embargo, también pueden llegar a ser útiles. En todo caso, no deberán llegar a envenenar las relaciones mutuas como para convertirse en obstáculos al progreso de la institución y afectar de manera adversa los procesos de la enseñanza y el aprendizaje. En estos campos, los docentes siempre deberán consultarse entre ellos y cooperar con los demás.

Tampoco entre los estudiantes encontramos ya ese espíritu de unidad de propósito y de cooperación fraternal que se daba antes. Tanto el escuchar a los sabios como la compañía de los buenos y piadosos se ha vuelto una rareza y se han debilitado el amor mutuo y el anhelo por la buena compañía. "A tal gobernante, tal súbdito", reza el proverbio, y podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que resulta igualmente verídico el decir: "a tal profesor, tal alumno". Ello hace necesario que los profesores se empeñen en pensar de manera elevada y empapen sus vidas en el renunciamiento. La persona experta en química o en física puede que no lo sea tanto en biología como el especialista en este ramo, pero ello no significa que ambos no puedan colaborar amigablemente. Porque, cualquiera que sea la especialidad de alguien, deberá dominar también la ciencia del espíritu, la ciencia que lleva hasta la verdad última.

En el Centro de Investigaciones Atómicas dije que todo lleva en sí una energía latente: la tienen tanto un pedazo de papel como uno de tela. Cuando se agota esta energía latente, el resultado es la muerte. Cuando la energía se hace plena, se produce el nacer. Sath Chith Ananda es energía. Nosotros (Sath) somos (Chith) felices (Ananda). La energía lo es todo y la energía proviene de Dios. Esto constituye la base misma del hombre. Ahora nos hemos dedicado a levantar superestructuras en cualquier parte, menos sobre la base misma. Se ignora al Divino Principio Fundamental. Píos sentimos fascinados por temas y estudios que prometen alimentar nuestros estómagos y hacernos felices y poderosos en lo material. Mas la dura verdad es que Dios está por debajo de todo. El hombre debe conocer ya sea la verdad suprema del Ser (hico tras todo el devenir o, al menos, la verdad práctica del amor y la hermandad.

Estos dos extremos representan los límites que la educación debe tener presente: el punto de partida y la meta final.