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Libros escritos por Sai Baba

18.LOS TRES INSTRUMENTOS OTORGADOS AL HOMBRE: MENTE, LENGUAJE Y ACCION

Son los profesores los que revelan al alumno tanto la di ' rección como la meta. Los estudiantes son los que diseñan el camino y el trayecto a seguir hacia el futuro. El talento, la fuerza, la posición y la estatura del género humano son con figurados e impulsados proporcionalmente a la calidad y al carácter de sus profesores. El carácter es el signo distintivo

del hombre. Los docentes deben dedicar su saber y su sabiduría a la gran tarea de elevar a los alumnos a niveles superiores de conocimiento y acción. Las virtudes que ayudan a inculcarle a sus discípulos también son esenciales para la elevación de la sociedad. Cuando las virtudes llegan a enraizarse en el corazón, el hombre brilla con gloria plena. Una vida sin un buen carácter viene a ser como un santuario sin luz, como una moneda falsificada o un cometa sin cuerda.

Los docentes que dictan sus clases pensando sólo en el salario que se les paga y los estudiantes que aprenden pensando tan sólo en el trabajo que podrán conseguir, siguen ambos un camino equivocado. De hecho, la misión del profesor es la de cumplir con el deber de instruir y de inspirar a los alumnos como para que puedan desarrollar sus capacidades latentes y avanzar en el perfeccionamiento de sus talentos. La tarea del estudiante es la de desplegar lo Divino que lleva en sí y prepararse para servir a la sociedad con todos sus talentos y conocimientos.

El hombre cuenta con tres instrumentos que se le han otorgado: la mente que le involucra en el pensar; el poder del lenguaje que le permite comunicar sus pensamientos y el poder de la acción mediante el cual puede llevar a cabo lo que piensa, ya sea solo o en colaboración con otros, o para sí mismo o para otros. La mente produce pensamientos que pueden ser útiles o perjudiciales. La mente puede llevar al hombre hasta la esclavitud, hasta involucrarse más profundamente con los deseos y los desengaños. También puede conducirle hacia la libertad, el desapego y la liberación de los deseos. La mente es un manojo de preferencias y aversiones. Manas (la mente) es el asiento de) manana (el reflexionar sobre las experiencias mentales y sensoriales).

La mente se dedica a dos actividades: planear y dialogar. Ambas siguen líneas diferentes. El planear se centra en resolver los problemas que se le presentan. El diálogo multiplica los problemas y mezcla las soluciones, causando confusión y llevando muchas veces a la adopción de medios equivocados y funestos para resolverlos. La conversación interna y el parloteo polemizante es ininterrumpido desde la mañana hasta la noche, hasta que el sueño vence a la mente. Esta charla constante termina por causarle perjuicios a la salud y anticipar la vejez. Los tópicos sobre los que se basa este parloteo tocan, en su mayoría, los defectos y carencias de otros y su fortuna o desgracia. Este diálogo perpetuo es uno de los grandes culpables de las miserias del hombre. Cubre a la mente con una espesa capa de tiniebla. Enloquece con facilidad y ayuda a suprimir el genuino valor de la naturaleza humana.

La conversación que ocupa la mente durante los períodos de vigilia persiste aun en el sueño y le roba al hombre un descanso que le es necesario. Y ta suma total de todo este ejercicio, a decir verdad, equivale a cero. Ningún hombre podrá considerarse pleno y libre a menos que logre detener este mal.

Las Upanishads prescriben ciertas prácticas como remedio para librarse de este obstáculo a la paz interior. La primera es el pranayama o regulación de la respiración. El pranayama no representa una gimnasia ni un formidable ejercicio. La inhalación del aire es puraka, la exhalación es rechaka y la retención entre ambas es kumbhaka. La mente deberá concentrarse durante el período de retención del aire, en los procesos de inhalar y de exhalar únicamente. Cuando la atención se fija así, se le dará fin a la conversación interna sobre temas irrelevantes y se adquirirá fuerza mental.

La segunda práctica es sumergirse en el karma (acción), en la actividad beneficiosa, es decir, la actividad de servicio a los demás. Cuando tales actos sean buenos y piadosos ayudarán a reducir el sentido del ego. Cuando nuestros pensamientos se ocupan en tales actividades, la mente pone fin al intrascendente divagar al que se entrega.

Por otra parte, las prácticas de sravana (escuchar los consejos espirituales), manana (reflexión sobre directivas espirituales) y nididhyasana (descubrir formas y medios para confirmar la fe en el Espíritu), así como el japa (recitación de los nombres de Dios) y tapas (retiro de la mente de la búsqueda de lo sensorial), han sido prescriptos por las Escrituras más para silenciar esta divagación mental y como preparación para alcanzar la Realidad, que para su realización. Porque sólo cuando la mente se ha limpiado y clarificado puede llegar a emprender una tarea de tal profundidad. Sólo entonces llegan a ser puras e inmaculadas las lecciones que se enseñan y las experiencias que se viven.

El segundo instrumento que se le ha dado al hombre para su elevación es el lenguaje, el uso de la palabra. El lenguaje está cargado con un tremendo poder. Cuando, por medio del lenguaje, le comunicamos algo a una persona que trastorne su equilibrio o que la haga sufrir, las palabras le extraerán toda su fuerza física y todo su coraje mental. Caerá al suelo, incapaz ya de mantenerse en pie. Si, en cambio, comunicamos por medio del lenguaje algo alegre o inesperadamente alentador, la persona recibirá la energía de un elefante. Las palabras no cuestan ni un centavo, y, sin embargo, no tienen precio. Por ello, deben utilizarse con cuidado. No deben emplearse para el chismorreo, que es estéril, sino únicamente para propósitos puros y productivos. Los antiguos recomendaban el voto de silencio para purificar al lenguaje de todo lo nocivo. Una mente vuelta hacia lo interno, hacia una visión interna de Dios, y el lenguaje vuelto hacia la visión externa, podrán promover ambos la fuerza, el poder y el éxito espirituales.