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Libros escritos por Sai Baba

13. El Avatar como Gurú

13.- EL AVATAR COMO GURU

El cosmos o creación, el tiempo, la actividad (karma) son manifestaciones de la voluntad de Dios, controlados por El. Son considerados "falsos" o "irreales" por algunos, mas ¿cómo podría "decretar" algo que no fuera verdad Aquel que es la encarnación misma de Sathya, la Verdad? Por lo tanto, se puede decir que estas manifestaciones son, en un sentido, verdaderas. Cuando la evolución se torna en involución y se llega a la última etapa de la fusión de lo consciente con lo inconsciente, Ishwara es lo único que existe.

El tiempo es la manifestación del poder de Dios, y por ello no tiene un final o un principio que puedan ser medidos. El karma también representa una verdad importante que debe ser considerada como tal. Ishwara no es una fuerza caprichosa que ignore límites. El crea situaciones y ambientes de acuerdo estrictamente con las actividades a que se han dedicado los hombres en sus vidas previas. La creación, el tiempo y el karma, los tres son reales en Ishwara y verdaderos con El. Representan instrumentos de los que hace uso. Están ligados a El.

Ishwara o Dios, aunque no es perceptible para los sentidos, se hace perceptible para aquel devoto que tenga tal apego a El que anhele fundirse en El. ¿Por qué? Porque tales devotos perciben a Dios tan claramente como perciben los objetos externos. Se dice que Dios carece de forma, lo que equivale a decir que puede adoptar o asumir cualquier forma. Tiene infinitas formas. Entonces, ¿bajo qué forma le otorga la clara visión al devoto? Se manifiesta en la forma que el devoto ansía, la forma que le da la mayor satisfacción. Estas formas son sus avatares. Cuando se revela de este modo, Ishwara no se limita: está plenamente presente en cada uno de tales avatares, con su plena gloria en cada avatar.

Se dice que hay algunas manifestaciones que son parciales y otras totales, que hay algunas que son temporales y otras perdurables. Mas a estas se les llama avatares sólo por respeto. Narada, Sanatkumara y otros sabios similares son considerados avatares de este tipo en algunos textos. Ellos no poseen todas las características divinas y, por lo tanto, no son adorados.

Por su naturaleza misma, el individuo es "eterno e inmortal". No tiene ni principio ni final que puedan ser determinados. No tiene nacimiento ni muerte. Es iluminado por sí mismo. Es el conocedor y el conocimiento, el que actúa y el que disfruta. Ya sea que esté atado o liberado, el individuo mantiene intactas todas estas características. No obstante, sea lo que fuere, no tiene la libertad que tiene Dios. En cada acto, ha de utilizar al cuerpo, los sentidos, los aires vitales que operan en el cuerpo. Todos ellos coexisten con lo Divino en el individuo. Cualquier cosa que sea, el individuo no es una máquina que carece de voluntad propia. Del mismo modo en que las actividades de esta vida se encuentran determinadas por las actividades de vidas previas, la naturaleza de las actividades de esta vida determinará las de la próxima. Ishwara es quien decide el lugar y el tiempo, la circunstancia y la consecuencia, de acuerdo con la naturaleza de las actividades llevadas a cabo en esta existencia. Dios tiene el poder para configurar la naturaleza del hombre, pero no ejerce ese poder para moldearlo de manera diferente. Lo deja al libre albedrío del individuo, el cual tendrá que aprender las lecciones a través de la experiencia.

Los pedazos de piedra que se desprenden al cincelar una roca son una parte de ella; pero en el caso del individuo, no se trata de una parte de Dios. En un sentido, tanto el individuo como el universo son distintos y diferentes de Dios. En otro sentido, en cambio, son inseparables. Este misterio de la separación y la identidad es imposible captarlo por medio de la razón y el intelecto. Sólo puede ser entendido a través de los Vedas y su mensaje. Esta es la principal de las lecciones que puede inculcar la cultura espiritual bharatiya.

Cada niño llega al mundo llevando la carga de las consecuencias sin saldar, acumuladas en vidas previas. No cae del regazo de la naturaleza tan simplemente como un rayo desde las nubes. Nace en este mundo con el objeto de experimentar las consecuencias tanto benignas como negativas de sus propios actos en vidas pasadas. Esta es la explicación de las diferencias tan evidentes entre los hombres. Este es el principio del karma.

Entre los hombres, cada uno es responsable de su buena o mala fortuna; cada uno es el constructor, el arquitecto. La suerte, el destino, la predeterminación, la voluntad de Dios, no son sino explicaciones derivadas del principio del karma. Dios y hombre se pueden reconciliar y unir sólo a partir de este principio o Sutra. Cuando el hombre se dé cuenta de que Dios no tiene parte en lo que se refiere a causarle sufrimiento y que la única causa no es sino él mismo, que no tiene a nadie a quién culpar, que solamente él es tanto el agente como el beneficiario o la víctima la causa y el efecto de sus actos, que es libre para configurar su futuro, sólo entonces se acercará a Dios con un paso más firme y una mente más clara.

Si el hombre se ve afligido por la desgracia en el presente, con toda seguridad no es sino el resultado de los actos que ha llevado a cabo. De la misma manera, ha de tener la certeza de que su felicidad y su buena suerte también están en sus manos. Si lo decide, puede lograrlas.

Si una persona es pura de espíritu ahora, ella misma es la causa. A menos que lo ansíe, no podrá lograrlo. De este modo queda claro que la voluntad inherente al hombre se ubica más allá de todos los estados y condiciones, de toda la formación y toda transformación. La libertad que esto representa es el resultado de sus actos pasados, y es poderosa, infinitamente fructífera y suprema.

El siguiente problema es el de la Liberación (Mukti). El Alma no es ni masculina ni femenina, ,no es dable que se le impongan estas distinciones. Ellas no representan más que atributos físicos que pertenecen al cuerpo. Cuando se habla del Alma, ideas como estas sólo son un signo de engaño; no son pertinentes sino cuando se hace referencia al cuerpo. También las discusiones respecto de la "edad" son producto de este engaño. El Alma es eterna. Esta entidad intemporal es siempre una y única.

¿Cómo llegó a encarnar el Alma? En los Shastras no se encuentra sino una explicación. Para todo este encierro y atadura del Alma en el cuerpo no hay sino una razón: auidya, la falta de una Conciencia correcta. Es por esta carencia que el hombre llega a esclavizarse. La única cura posible es la sabiduría. Sólo ella lo puede guiar. ¿Cómo acceder a esta Conciencia?

Hay tres vías para llegar a ella: el amor, la devoción y la adoración a Dios con dedicación plena, a través del servicio lleno de amor y de adoración prestado a todo ser viviente (que no son más que templos de Dios en movimiento, puesto que El reside en cada uno de ellos). Mediante estos puede llegar a disolverse el falso conocimiento (auidya), y hacer que las ataduras se corten. Entonces, el individuo quedará libre.

En los Shastras hay dos ideas respecto de Dios: la idea de que se le puede conocer con atributos y la de que está libre de todo atributo, por lo que no se le puede describir como esto o aquello. Estas características constituyen los aspectos Saguna y Nirguna. El aspecto Saguna de Dios se conoce como presente en todas partes, como el creador, sustentador y destructor de todo y como el Padre y la Madre del Universo. Por ello, está más allá y sobre todos los seres y cosas y es eternamente distinto y separado del hombre. Dicen los que creen en dicho aspecto de Dios que el conocimiento mismo de este principio dotado de atributos, puede producir la "Liberación". La Liberación se alcanza cuando el hombre llega a establecerse en este conocimiento y vive en él y a través de él.

La segunda vía la constituye la contemplación del principio Nirguna, carente de atributos. Durante esta contemplación se alcanza la verdad de que la asignación de atributos al Principio Divino no es deseable ni apropiada, de modo que se eliminan del concepto de Dios toda clase de cualidades y características. Entonces, en la conciencia ya no queda sino la Persona Universal única y sin atributos. No se puede hacer referencia a ella como el Conocedor (Jñata), porque el Conocimiento (Jñana) resulta pertinente tan sólo en el contexto de la mente y la conciencia humanas. No se le puede designar como el que inquiere, porque el inquirir es la señal de los débiles. No se le puede relacionar con la inteligencia, porque la inteligencia discrimina y el intento de dividir y analizar también es signo de falta de firmeza. No se le puede designar como el creador, porque la creación es la actividad de lo limitado. El no tiene ataduras ni límites. La actividad, por otra parte, implica un deseo o una necesidad; no se origina desde ninguna otra causa. Todo Cabajo conlleva en su base algún dolor interno que se busca aliviar.

En los Vedas se habla de lo Divino como ESO, siempre la referencia es ESO. Como la palabra El es susceptible de provocar ideas de diferencias, se utiliza el término ESO para indicar que está libre de todas las limitaciones y ataduras que impone la adscripción de atributos. Esto constituye la esencia de la filosofía de la No Dualidad, puesto que los atributos dividen y establecen distinciones.

Llegar a perfeccionarse es el destino ineludible de cada uno. Cada ser viviente habrá de lograr, por último, la perfección. Cada uno se encuentra, en la actualidad, en alguna etapa particular de su recorrido, como resultado de las actividades a que se dedicó durante vidas anteriores y de los sentimientos que albergó en el pasado. El futuro está siendo construido ahora, por medio de las actividades a que se dedican y los sentimientos que las impulsan y configuran. Es decir: lo que hacemos, sentimos o pensamos ahora es lo que constituye las razones de la buena o la mala suerte que nos esperan.

El impulso por lograr la salvación y el poder para elevarse hacia la liberación no podrán extraerse de ningún libro. Esta fuerza ha de provenir del individuo mismo. Uno puede pasarse toda la vida sumido en libros de profundo contenido, puede ganar el más alto rango entre los intelectuales, pero, al final de todo, tal vez no haya realizado ni el más mínimo progreso en el campo espiritual. Por ende, constituye un craso error concluir que un erudito en las escrituras, que alcanzó la más alta excelencia, pueda ser considerado por ello como maduro en cuanto a sabiduría espiritual. El mismo erudito quizás imagine, mientras más aprende de libros y más libros, que también está progresando mucho en la senda espiritual; mas, cuando examine los frutos de sus estudios, reconocerá que, aunque su intelecto se ha hecho más agudo y ha logrado más peso, no ha llegado a adquirir ni en lo más mínimo una mayor conciencia del Alma.

Muchas personas tienen la habilidad de dar maravillosos discursos sobre temas espirituales, pero en verdad, han fracasado en llevar la vida del espíritu. ¿Cuál es, exactamente, la razón de este triste estado de cosas? Lo que sucede es que, en la actualidad, los textos espirituales se estudian para que uno se provea del saber necesario en la carrera competitiva por la superioridad, para ganarse la vida, posar como invencible defensor de algún punto de vista específico o lograr la reputación de erudito. Puede ser que la persona llegue a escribir elaborados comentarios sobre el Gita. No obstante, si como resultado de tanto estudio no demuestra en su carácter, su conducta y su acción que el Gita ha empapado todo su ser, toda esa erudición no será más que una carga que arrastre a todas partes. Esta es la lección que trata de inculcar en todos, la cultura bharatiya. Y la fuente desde la cual surge esta lección no es otra que la del gurú, del Purusha latente en ustedes. El estudio de las escrituras y demás textos puede reforzar las ansias espirituales inherentes en el hombre e inducirlo a practicar los preceptos. No traten al aprendizaje que derivan de ellas sólo como una cantidad de forraje para el cerebro. Debe ser sublimado en bienaventuranza, por cada individuo. Debe desterrar de su ser todos los malos rasgos como la envidia, la ostentación y el egoísmo.

También se puede obtener de otros este tesoro espiritual. Sólo que la persona que lo entregue deberá haber llegado al logro supremo y la que lo reciba deberá tener el especial mérito que este logro exige. La semilla puede tener vida en ella, pero el terreno debe ser arado y preparado para activarla. Cuando se han cumplido ambas condiciones, la cosecha del éxito espiritual está asegurada. Aquel que instruya en el campo de la religión debe estar revestido de una cautivadora excelencia; también el que le escuche ha de estar dotado de un entendimiento agudo y claro. Cuando ambos muestran un supremo y extraordinario entusiasmo, el resultado será el de un despertar espiritual del más alto nivel. En caso contrario, sólo raramente se logrará ese resultado. Ellos son los verdaderos gurúes. Ellos son los que robarán sus corazones y no su dinero. La gente ha de concentrarse en el servicio al gurú y meditar sobre sus enseñanzas. El discípulo debe mostrarse ansioso por traducir las enseñanzas en su actividad diaria y en su práctica genuina. Debe llenar su corazón con devoción y dedicar todas sus capacidades para llevar a la práctica los consejos del gurú. Tal persona es merecedora de la denominación de discípulo (sishya).

Cuando se agudiza la sed por la liberación y la revelación de la realidad de uno, empieza a operar una extraña y misteriosa fuerza de la naturaleza. ¡Cuando el terreno está preparado, comienzan a brotar las semillas por doquier! El gurú espiritual será alertado y calmará la sed. El individuo receptor habrá desarrollado el poder de atraer al dador de iluminación. Este poder es fuerte y pleno, de modo que el esplendor capaz de otorgar la iluminación se mostrará dispuesto a entregar su bendición.

¡Lectores!: aunque el gurú de tipo común ha aumentado en número, se encuentra al alcance del hombre un Gurú Supremo, mucho más compasivo que todos los demás. El no es otro que el avatar del Señor. El puede conferir al hombre, por la mera expresión de su voluntad, la más alta coronación de la vida espiritual. El puede otorgar este don y hacer que el hombre lo acepte. Hasta el más bajo de los bajos es capaz de adquirir en un dos por tres la más suprema sabiduría. El es el Gurú de Gurúes, la más completa personificación de Dios como hombre. El hombre puede conocer a Dios únicamente en la forma humana. La Cultura Espiritual Bharatiya ha estado declarando repetidamente que el más importante deber del hombre es el de adorar a Dios en la forma humana. Si Dios no encarnara como hombre, el hombre no podría esperar jamás verlo o escuchar su voz. Cierto que el hombre podría imaginar a Dios de muchas otras formas, pero jamás se aproximaría a su forma genuina. Por mucho que lo intente, el hombre no puede imaginar a Dios en ninguna otra forma que no sea la humana. Se pueden dictar maravillosos discursos y conferencias sobre Dios y acerca de la naturaleza y composición de todo lo que existe en el universo. Los hombres pueden darse por satisfechos afirmando que todos los relatos sobre el descenso de Dios en forma humana no son más que mitos sin sentido. Sólo eso puede discernir la pobre visión ordinaria. Sin embargo, esta rara inferencia no se basa en la sabiduría. De hecho, la sabiduría está ausente de tales declaraciones y afirmaciones; todo lo que podemos ver en ellas es la espuma que flota sobre el oleaje del ego.

"¿Koham?" ¿Quién soy yo? ¿Por qué llevo en mí este sentimiento de que soy el hacedor? ¿Cuál es la naturaleza de la conciencia de que soy yo quien disfruta de mí? ¿Por qué nacer, para morir por último? ¿Cómo llegué a merecer esta vida? ¿Podré ser liberado de esta serie de entradas y salidas? El intento de encontrar respuesta a tales interrogantes es lo que los rishis de antaño designaban como tapas (prácticas de austeridad, renunciación). Cuando el intelecto del individuo llega a madurar hasta este firme inquirir, entra en la senda de la renunciación, la austeridad.

Este es el primer paso. Tan pronto como el hombre haya subido este peldaño, le dan la bienvenida los Shastras, la sabiduría colectiva de los buscadores, que está conservada como reliquia en los textos sagrados. El Sruti o los Vedas le indican "escuchar, cavilar y practicar" los consejos axiomáticos de los sabios. Le aseguran que alcanzará la meta de la Liberación y se librará de la engañosa fascinación del mundo visible que le retrata su propia mente.

Sólo lo Divino puede ser el guía, el compañero y el consejero en este solitario recorrido del hombre. Los llamados gurúes no pueden ni ayudar ni rescatarlo. Los Srutis le aconsejan al hombre acercarse a gurúes que sean srutiyas o brahmanishtas. Le advierten no recurrir a otros. ¿Qué significa srutiya? Significa una persona incuestionablemente fiel a los Srutis o Vedas y que se adhiere a las reglas prescriptas en ellos y a las limitaciones que imponen, sin la más pequeña desviación. Brahmanishta indica a la persona establecida en la conciencia de Brahman. No tiene dudas que la asalten, ni digresiones que la distraigan, porque ha llegado a alcanzar la fe inalterable en el Alma. No le preocupa para nada el mundo material. A todos los mundos los ve como Brahman, como manifestaciones del Principio de Brahman. Todos sus actos y movimientos estarán en armonía con esta

conciencia. Su visión abarcará todo el tiempo; conocerá el pasado, el presente y el futuro. Estará más allá de toda característica; los tres gunas no la afectarán. Todo su ser estará en el Uno y Unico: el Alma. No la afectarán distinciones ni diferencias, dualidades ni disparidades. Se encontrará perpetuamente en bienaventuranza.

Los Vedas exhortan a los buscadores a acercarse a este gurú. Sin embargo, solamente una persona reúne todos estos atributos. Ella es el Sarveshwara, el Señor de Todo. Los eruditos que hayan aprendido la verdad y que sean doctos en los principios no se encuentran en la categoría del srutiya o brahmanishta. No son ellos los guías y maestros que ustedes necesitan.

El Yogavasishta dice que Sri Ramachandra le preguntó al sabio Vasishta: "Divino maestro, ¿hay alguna manera de evitar la muerte?". Este mismo problema llevó a Gautama Buda por el camino de la renunciación, le hizo dejar toda traza de apego y le dio fama eterna como el más elevado entre los hombres. Prahlada, supremo entre los devotos del Señor, siendo niño, se dirigió a sus compañeros diciéndoles: "Amigos, ¿no han observado a

algunos niños de nuestra edad que se mueren y los queman o los entierran?". De esta manera hacía que se interesaran en el problema de la muerte y les invitaba a que aprendieran algo de ese hecho inevitable; así fue como enseñó la más elevada sabiduría.

Aquellos que sienten el impulso interno por alcanzar un profundo conocimiento que les otorgue la liberación, tienen que reflexionar e investigar acerca del fenómeno de la muerte. Esta no debe imponer temor, no debe considerarse como un hecho desfavorable. No se debe huir del problema pensando que la muerte sólo les sucede a los demás y que no les llegará a ustedes. Tampoco hay que posponer las reflexiones acerca de este hecho, juzgándolas inapropiadas para este momento y, por ello, sin sentido, porque inquirir acerca de la muerte en verdad es inquirir acerca de nuestra propia realidad. Esta es la verdad que debe ser reconocida.

El discernimiento don especial otorgado al hombreha de utilizarse para desentrañar la realidad del universo visible, de su naturaleza y su validez. El hecho de la muerte es la causa primaria que origina el problema. "¿Quién soy yo?". De modo que es un hecho que no ha de ignorarse ni considerarse indigno de atención. No deberían huir de él, acuciados por el miedo, porque comportándose así caerán en el primer peldaño que lleva a la estupidez (ajñana) y plantarán en su mente la semilla de la necedad. Estarán levantando los pilares de la ilusión.

Todos los misterios latentes en la existencia humana serán desentrañados si inquirimos sobre la muerte. La gloria y majestad de lo Divino se revelan plenamente sólo al ser cuestionada la muerte. Entre los tres dones que

Nachiketa le pidió a Yama, el Dios de la Muerte, el p.rinci, pal fue, de acuerdo con el Katha Upanishad, el que Se re. feria a la muerte. "¿Es que el hombre existe después de la muerte? Hay personas que declaran que es así y otra S que afirman que no. Cada una presenta los argumentos que se le ocurren. ¿Cuál de estas opiniones es la correcta ? resuélveme este problema", rogó el niño, e insistió en obtener una respuesta. Yama trató de rehuirla diciéndole, .Hijo, este es un misterio insoluble! Los textos sagrados lo tratan como lo más sutil de lo sutil. A mí me resulta imposible hacer que incluso los dioses entiendan este fenómeno. ¡Y ahora vienes tú a pedirme este favor! ¿Por qué habría de inquietarte este problema? No eres más que un pequeñuelo inocente. Mereces vivir una larga vida y gozar de muchos sucesos felices. Como dádiva te otorgaré enormes riquezas; acéptalas y lleva una vida de inmensa felicidad. Pídeme cualquier cantidad de placeres materia. les, y serán tuyos. ¡Piénsalo! ¡Pídemelo y alcanza la más alta alegría!"

Mas Nachiketa replicó: "¡Venerable Maestro! Por gran. des que sean las riquezas y placenteras las experiencias que puedan otorgar, ¿han de recibir tu impacto sin un murmullo de protesta? Nada en la creación puede escapar a ti, ¿no es cierto? Todo está inmerso en la muerte. ¿Por qué habría yo de aspirar entonces a cosas que no me darían sino un alivio temporal? Otórgame el don en el que tengo puesto el corazón".

En el Mahabharata, se le pide a Dharmaraja responder a la siguiente pregunta: "Nombra lo más asombroso del mundo". Y Dharmaraja contesta: "Pese a que vemos morir gente todos los días, no pensamos que nosotros mismos hemos de morir. ¿Qué cosa más asombrosa que esta puede haber?". De manera similar, Yajnavalkya, el famoso sabio, después de decidir entrar en la vida monástica, llamó ante sí a sus dos mujeres, Katyayayani y Mai, treyi, y les informó que había dividido todos sus bienes por partes iguales entre ellas. Al oír esto, la mayor, Mai. treyi, quien estaba dotada de un alto nivel de inteligencia e intuición, protestó diciendo: "Señor, ¿podrían salvarme de la muerte y hacerme inmortal estas riquezas que me estás entregando? Si me aseguras que podrán hacerlo, ciertamente que las aceptaré por el respeto que te tengo". Yajnavalkya le explicó: "Las riquezas hacen placentera la vida, por la oportunidad que dan para que puedas vivir feliz. ¿Quieres decir que no necesitas esta valiosa fortuna?". Pero Maitreyi persistió, diciendo: "Si lo que dices es verdad, podrías haber continuado gozando de estas riquezas y logrando felicidad con ellas. ¿Por qué has decidido desecharlas y convertirte en un monje? No. No es justo que nos engañes a nosotras, mujeres sencillas, poniendo ante nuestros ojos estas ilusorias baratijas. ¿Cómo podría ser que las riquezas que tú rechazas nos den paz y felicidad a nosotras? Estos no son sino objetos pasajeros, destinados a destruirse; nos enredarán aún más en la esclavitud; fomentan la ignorancia que anhelamos superar, ellos no hacen sino fomentar las ansiedades y preocupaciones. Son básicamente impuros, puesto que no se encuentran en el campo del Alma". Cuando Maitreyi puso la verdad frente a él, Yajnavalkya se quedó silencioso y, no sabiendo qué hacer, permaneció con la cabeza baja frente a ella. Entonces Maitreyi cayó a los pies de su esposo y dijo: "¡Señor! Tú eres el maestro de todos los misterios. Debes de habernos llamado ante ti y habernos planteado esta proposición con el objeto de poner a prueba nuestra inteligencia. No deseo lujos y ni siquiera comodidades. No ansío riquezas ni posesiones. Por favor, instrúyeme sobre el camino que puede otorgar la dicha eterna".

En verdad, no hay más que UNO: el Parabrahman (el Absoluto Universal). Los Advaita Shastras proclaman: "Sólo Brahman (Dios) es verdadero; la creación es una ficción. El individuo no es sino Brahman mismo". Todo lo que le sucede al hombre en el mundo es tan irreal como la experiencia de un sueño. Todo desaparece y vuelve a aparecer. Los placeres y alegrías que se experimentan en la vida son como espejismos que aparecen sobre las arenas de un desierto de odio, envidia y codicia egoísta. Y bien, ¿cómo pueden las personas que corren hacia estos espejismos llegar a ser gurúes? ¿Será adecuado llamarlas

"sabios"? Están instaladas sobre altos sítiales de autoridad ilusoria. Enseñan aquello que no practican, predican ideales que ellas mismas ignoran. ¿Cómo podrían estas personas ser ejemplo para los buscadores que necesitan progreso espiritual? No son genuinas, porque no tienen en ellas ni un ápice del principio del gurú.

Sólo el Señor es el Gurú genuino. Para todos los buscadores, es este el camino. Hagan que se afinquen firmemente en esta fe.