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Libros escritos por Sai Baba

11. Liberacion, la Meta de la meditacion

La plenitud de la vida del hombre consiste en la Realización del Alma. Para llegar a tal realización, uno debe liberarse completamente de sus impulsos (vasanas o tendencias). La liberación es, en el verdadero sentido del término, la liberación de la esclavitud de esos impulsos (vasanas). Las tendencias o impulsos son de dos tipos: benéficos o malévolos. Las tendencias benéficas se hallan saturadas de santidad; las tendencias malévolas alimentan la mente y la hacen cada vez más incontrolable y cada vez menos firme: refuerzan y extienden el deseo del placer material.

Si los impulsos benéficos son alentados y cultivados, no se multiplicarán indefinidamente, encadenando a la mente, sino que se convertirán en semillas resecas que nunca podrán germinar. Si ustedes se adhieren a los impulsos benéficos podrán fácilmente adquirir Sabiduría Divina. Estos impulsos son caracterizados por actividades tales como la asociación con hombres santos, la reverencia por los grandes, el trato con ellos, el seguir sus consejos; por la caridad, la fortaleza, el amor, la paciencia, la verdad, la valentía, la continencia, etc. Tales son los impulsos puros.

Las tendencias impuras le conducen a uno a vicios como el ansia de ver cosas que apelan a los sentidos más bajos (como las películas cinematográficas), por comer platillos saturados de características rajásicas (como el pescado, la carne, etc.), por beber intoxicantes que arruinan la personalidad, desarrollando ira, engaño, avaricia, vanidad, odio, envidia, etc.

Tales tendencias hacen que se desarrollen la ira, el engaño, la avaricia, el orgullo, el fraude, el odio, la envidia, etc. Estos impulsos o tendencias (vasanas) impuros son de tres tipos: tendencias o impulsos mundanos, impulsos intelectuales o eruditos e impulsos corporales o físicos. Los vasanas o impulsos físicos hacen que los hombres deseen un físico hermoso, un cuerpo fornido y músculos firmes y bien modelados, y un cutis sedoso que jamás sea desfigurado por las arrugas. Los impulsos intelectuales llevan al hombre a desear ávidamente ser reconocido como un experto sin rival y a buscar la derrota de cualquier competidor en su campo. Y finalmente, los impulsos mundanos fomentan el ansia de gloria, de poder, de autoridad personal y de pompa. Todo ese tipo de deseos puede ser agrupado bajo esa categoría; todos ellos son impulsos. Los atan a ustedes a la rueda del ciclo de nacimientos y muertes y los sujetan a las cosas de este mundo.

El árbol gigante que llamamos mente tiene dos semillas: los impulsos y el aliento vital (vasanas y prana). La semilla se transforma en árbol, el árbol da la semilla. El aliento vital se moviliza a causa de los impulsos. Los impulsos operan a causa del aliento vital. Con que uno de los dos se destruya, el otro también queda eliminado. Así, si la mente ha de liberarse de su influencia, la ignorancia ha de ser transformada primero.

Esa ignorancia no existe sola, tiene un vástago: el egoísmo. Este demonio tiene dos hijos también: la pasión y el deseo. La pasión y el deseo se interrelacionan estrechamente;como es la pasion, asi el deseo. Son hermanas.

La pasión significa apego o atracción. Mediante la pasión y el apego, el hombre adquiere los sentimientos de "mi" y de "lo mío". Esos sentimientos provocan deseos; los deseos engendran la preocupación. Por lo tanto, para deshacerse del egoísmo, estos dos, pasión y deseo, deben ser aniquilados. Esto significa que la ignorancia debe partir, pues sólo por ese medio puede ser muerto el egoísmo.

¿Cómo destrozar la ignorancia y desarrollar el conocimiento correcto? Esa es la pregunta ! La respuesta es a traves de la meditación. La conquista de la ignorancia, el egoísmo, la pasión y el deseo provoca la liberación (moksha) para el individuo (jivi).

Aquél que es esclavo de los impulsos y las tendencias carece de "conocimiento" (jñana), ¡es en verdad debil! Pero déjenme asegurarles que no han de alarmarse. Tan pronto como los impulsos (vasanas) son arrancados de raíz, podrán recuperar la naturaleza divina que han perdido por negligencia.

Los impulsos invaden el reino del corazón; causan problemas sin fin, le hacen recordar a uno los placeres, reavivando la memoria de pasadas experiencias, y uno empieza a desear tenerlas de nuevo. Los deseos hacen que los sentidos y su líder, la mente, se entreguen a agitadas actividades; no tienen manera de librarse de esto. Así, el hombre intenta reunir y gozar las cosas que ansía. Todo esto toma lugar en un abrir y cerrar de ojos, por así decirlo.

Los vasanas o costumbres adheridas a la mente operan así de sutilmente y así de poderosamente. De la misma manera que la semilla contiene en sí misma el tronco, las ramas, las hojas, las flores y el fruto, así también en el impulso (vasana) todo eso yace latente. Los impulsos son la causa de toda la felicidad meramente material del hombre. Si se encuentran ausentes, en la mente hay lucidez y pureza. Si se encuentran presentes, toda pureza se corrompe; son los obstáculos en la senda de la Verdad, del Alma y de la Inmortalidad. Una mente liberada del vasana se transmuta y deja de ser mente.

La naturaleza (prakrithi) es el mundo de los impulsos (vasanas). La mente es atraída por la naturaleza y los objetos externos del mundo a causa de esa tendencia al apego y empieza a contemplar los objetos y a ocuparse de sus cualidades, todo por culpa de esos vasanas o impulsos. Si uno está libre de vasanas, su mente no será afectada en absoluto por el mundo materialista. La mente es como una tela, toma cualquier color con que se le tiñe. Los vasanas sátvicos (puros) la harán blanca. Los impulsos pasionales (vasanas rajásicos) la volverán roja, mientras que los impulsos impuros (vasanas tamásicos) la harán negra. La mente es configurada por el tipo de vasanas que la habitan. El hombre ha de emprender meditación (dhyana) y concentracion (dharana) para poder destruir esos impulsos. La mente no es más que un hato de impulsos (vasanas).

Algunos aspirantes se dicen a sí mismos que a pesar de los muchos años de práctica constante, no han tenido éxito aún en meditacion ni en concentracion (ni en dhyana ni en dharana) . Es obvio que no hay que insistir sobre la razón de esto. Es así: ¡no han sido capaces de arrancar de raíz los impulsos! Por lo tanto, tales practicantes deben esforzarse por conquistar sus tendencias innatas. Deben fortalecerse con mayor fe y actuar.

Si de cuando en cuando el aspirante espiritual es perturbado por vasanas o impulsos impuros, debe superarlos con su fuerza de voluntad y sus ejercicios espirituales. Un Alma realizada ha consumido sus vasanas, pero el padre de familia se encuentra cultivándolos. No se gana nada tratando simplemente de controlarlos; una cobra se hace inofensiva sólo cuando se le han arrancado los colmillos. De manera similar, las raíces de las costumbres adheridas a la mente deberán ser quemadas. Sólo entonces el hombre podrá alcanzar a Brahman.

Desde luego, incluso los deseos puros pueden ser una cadena. Pero a pesar de que ellos sean numerosos, no constituyen estorbo. Una espina es eliminada por otra y luego ambas son desechadas, ¿no es así? Asimismo, cuando los impulsos impuros son superados, gracias a la influencia de los impulsos puros, llega el momento en que uno tiene que superar a ambos. Esto significa que aun el más puro de los impulsos (vasanas), el deseo de liberación (moksha), ha de desaparecer con el tiempo. Sólo entonces puedes tú convertirte en eso. Un grillete es un grillete, sea de hierro, o sea de oro. Uno debe estar libre de ambos. Es decir, uno debe lograr llegar a una etapa donde ni el bien ni el mal le atraigan o le repelan.

Cualquiera que aspire a realizar a Dios deberá practicar la disminución de los impulsos, deberá frenar la mente y buscar el entendimiento del principio fundamental. Tan sólo uno de ellos no basta para alcanzar la liberación o moksha. En el Alma realizada los impulsos persisten, pero únicamente como semillas secas; ya no dan lugar a nacimientos subsecuentes.

El cuerpo sutil es el asiento de la ignorancia. Se encuentra saturado de impulsos, costumbres y experiencias. El Alma es libre de todos ellos, es eternamente pura. No pertenece a ninguno de los sexos, no tiene mente ni sentidos ni forma. Más aún, ¡no tiene prana (aliento vital)! No puede decirse que esté viva o muerta. ¿Cómo puede ser la contemplación del Alma algo que no sea puro? ¿Pueden, acaso, coexistir la luz y la oscuridad? ¿Pueden existir a la vez la pureza y la impureza?

De todos los talleres del mundo, el taller del cuerpo es el más asombroso, porque es el tabernáculo del Señor. Ahí, en ese taller, los impulsos se transforman en votos, se limpian las impurezas, los deseos benéficos toman forma y surge la imaginación positiva. El blanco fundamental consiste en desarraigar los impulsos, aunque esto sea una tarea difícil.

Es más fácil mover montañas que estos impulsos (vasanas) tan profundamente arraigados; pero con voluntad y entusiasmo, sustentados por la fe, se pueden vencer en poco tiempo. Mas no abandonen su determinación y fe, a pesar de cualquier pérdida, penalidad u obstáculo que se presenten. No olviden que los impulsos los subyugan y dominan, manteniéndolos sus esclavos. El opio y el alcohol los esclavizan y los mantienen totalmente en sus garras sólo durante algún tiempo, pero los impulsos los atenazan durante toda una vida. El propósito y significado completo de la meditación es alcanzar la liberación de estos múltiples y poderosos impulsos (vasanas).