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Libros escritos por Sai Baba

12. Templos

Los antiguos consideraban los templos no sólo como lugares para rendir culto a la Divinidad, sino también como templos del saber. Ellos sabían que Dios puede ser alcanzado por medio del servicio llevado a cabo conscientemente y con pleno conocimiento de su significado. Sentían que los templos eran Academias del conocimiento supremo, donde el hombre desarrollaba el verdadero cultivo de la mente. Sabían que la casa de Dios en el corazón del hombre puede ser tan pura y sagrada como lo es la Casa de Dios en la aldea que habita Ustedes pueden adivinar la naturaleza de los habitantes de un pueblo observando simplemente el templo del pueblo y sus alrededores. “Si el templo se mantiene limpio y puro, cargado de santidad, puede uno inferir que los aldeanos están llenos de temor al pecado y que se desplazan por la senda de la bondad”. Así pensaban los antiguos.

Tales instituciones de inspiración espiritual como los templos de antaño se han degenerado en la actualidad y se han convertido en lugares donde se distribuyen “ofrendas” y abundan las reuniones de esparcimiento. En sus patios se reúnen grupos de ociosos que juegan a los dados, a las cartas, u otros juegos por el estilo. El espíritu de los tiempos de destrucción se deleita cuando tales grupos se juntan en los templos.

Esto está en directa oposición con los dictados de la Virtud. El templo es el corazón del pueblo, y como tal debe ser preservado, nutrido y cuidado de todo corazón. Crean que Dios camina por el templo, éste es Su Residencia. Todos tienen que compartir la responsabilidad de preservar la santidad de esa atmósfera y experimentar la dicha de servir a Dios. Debemos convencernos de que el Templo es el corazón de todos. El día en que se haga esto, la Divinidad latente en el hombre resplandecerá en forma visible como una joya. Esta es la verdad y la razón que justifica todo el costo y las dificultades que se afrontan en la construcción de los templos.

Las autoridades de los poblados, las agencias de gobierno o los devotos mismos deben emprender todas las tareas necesarias para desarrollar disciplina espiritual y sabiduría. Sólo entonces el hombre podrá brillar en esplendor divino.

Esto no es todo. Hay algunos críticos ultramodernos que condenan los templos y las iglesias como si el dinero gastado en ellos fuera derroche. Ello revela una total ausencia de visión a largo plazo, ya que nadie que tenga un alto ideal o una visión elevada, haría una observación así. Si nos detenemos a analizar el significado del templo, llegaremos a saber cuán sagrado, cuán misterioso, cuán revelador es su propósito. La torre o campanario llama a los viajeros que han errado en su camino y que se están alejando de la Verdad: “¡Oh, mortales! Cegados por la neblina de los apegos físicos y las ansias de autoengrandecimiento, anegados por deseos mundanos falsos y pasajeros, ustedes se han olvidado de Mí, la fuente y el sostén de todos ustedes. Eleven sus miradas hacia esta eterna torre de dicha, de pureza y de plenitud. Al olvidarme, os estáis debatiendo en el dolor, persiguen espejismos en las arenas del desierto. ¡Vengan! Tengan fe en Mí, en el eterno YO. Luchen por vencer la oscuridad y entrar al Reino de la Luz, y tomen el sendero de la verdadera Paz. Ese es el camino de la Virtud. Venid, venid, Oh, venid”.

Así llama el Buen Pastor a todos, con las manos en alto, por encima de los techos de todas las casas del pueblo.

De modo que vistos a través de esta intuición superior, los templos y las iglesias deben ser respetados como medios conducentes a la elevación de los ideales y de la conducta humana. Este es el principio que motiva la construcción de los templos e iglesias. Tales son los sublimes ideales que inspiran la construcción de estas estructuras. Este es el real significado, un sentido que se puede experimentar y percibir la luz en lo alto de la torre del templo es el símbolo de la Luz que es refugio de todos, representa la lámpara interna que jamás flaquea, encendida en la Llama misma; es la Iluminación Interna que ha logrado fundirse con el Todopoderoso.

Los templos son como oasis en el desierto. Estos lugares de Paz y Contento dan la bienaventuranza a aquellos que se han extraviado en las ardientes arenas del pesar y la codicia. Sus torres son guías para los caminantes abatidos, pues ostentan la Bandera que propaga el Nombre de Dios y, por eso, todos deberían sentirse agradecidos por el servicio que prestan.

En realidad muchos hombres modernos, torpes, poco inteligentes, se encuentran confundidos y no comprenden los planes, las construcciones, las convenciones y las costumbres que giran en torno a las casas de Dios. Ellos no pueden captar el sentido de ninguna respuesta que esté por encima de su limitado entendimiento. Un paciente que tiene mucha fiebre encontrará que hasta los dulces le saben amargos. Lo mismo sucede con las personas afectadas por la fiebre de lo mundano, no son capaces de saborear la real dulzura de la Verdad. La fiebre tiene que bajar primero, entonces podrán aceptar y apreciar el valor de las cosas espirituales.

¿Cuál es la meta de la vida humana? ¿Cuál es el objetivo que el hombre debe alcanzar? ¿Es posible que la finalidad de la vida humana sea tan sólo comer, beber, dormir, experimentar algo de placer, algo de dolor y morir al fin como cualquier ave o animal? ¡No, ciertamente que no! Un poco de reflexión revelará que esto no es así. La meta del hombre es la realización de lo Absoluto, del Eterno. Sin ello ningún hombre puede alcanzar la Paz. Debe ganar la bienaventuranza de la Gracia Divina. Por más que uno se esfuerce por cosechar felicidad de la multiplicidad de las cosas mundanas, la cantidad de satisfacción que se puede obtener es mínima y en cuanto a la Paz, veremos que es imposible conseguirla por medio de los objetos terrenales. La mente puede obtener Paz sólo cuándo se sume en el estado de Conciencia Absoluta, la Causa Primigenia, la Existencia Inmutable.

Hasta la casa más confortable, equipada con todos los lujos que el hombre anhela, ni siquiera un tesoro de riqueza incalculable, son capaces de conferirnos Paz. La Paz se obtiene solamente gracias a la entrega de si mismo a Dios, que es la Real Esencia de nuestro ser, el origen de toda vida y de todo lo viviente. Consideren esto: ¿creen que aquellos que son lo suficientemente afortunados como para poseer riqueza, oro, propiedades y comodidades pueden decir que tienen Paz? Y esto no es todo. ¿Están en paz consigo mismos y el mundo que los rodea las personas muy eruditas, bellas, fuertes o famosas? ¿Cuál es la causa de la miseria de esta gente?

La razón es ésta: han olvidado la Divina fase de la Creación, han ignorado al Principio Único Subyacente que es la base de todo lo que existe. Toda vida vivida sin Fe y sin Devoción hacia el Supremo y Único Señor, es despreciable. Las vidas vividas sin gustar el néctar del Principio Divino son sólo oportunidades malgastadas.

La situación actual es verdaderamente curiosa. La base real del hombre, la Fuente de su dicha, su Realidad Última, su Principio Fundamental se ha convertido para él en algo externo y lejano, algo innecesario e indeseado. El mundo con su brillo vulgar, se ha vuelto cercano, íntimo, necesario y deseable.

Privándose de la dicha que puede lograrse como consecuencia de la entrega al Señor, los hombres corren torpemente por todas partes en nombre de una supuesta devoción, haciendo peregrinajes, buscando lugares sagrados, sabios y aguas milagrosas. Una pequeña cantidad de verdadera devoción los despertada de esta falsa ilusión. Les enseñaría que el hombre solamente puede lograr Paz retornando a su hogar nativo que es Dios. Hasta entonces, los acosara la nostalgia.

Los templos son invitaciones para retornar a ese hogar, indicadores que señalan al hombre el camino a seguir. En una oportunidad Rama les habló de esta forma a los que se habían reunido para escucharlo, en la cumbre de la colina Chitrakuta: “El día alborea en la mañana y oscurece al ponerse el sol. Al alba vemos despertarse la codicia del hombre y con el anochecer lo domina la sensualidad. ¿Es ésta la forma como habéis de pasar vuestras vidas? ¿Es ésta la meta de vuestra existencia? Con el paso de cada día, el hombre ha desperdiciado una preciosa oportunidad. Ha dado un paso más hacia la tumba. Pero, ¿se lamenta alguna vez de su suerte? ¿Se entristece por haber desperdiciado el día tan lamentablemente?”. ¡Tomen nota de la importancia de este mensaje y qué bueno es recordarlo!

Es por tal tipo de mensajes que la cultura de la India tiene a Dios como su terna central. India (Bha-ra-tha) significa el país que le tiene apego (rathi) a Dios (Bha-ga-vaan). Si los occidentales son capaces de renunciar a todo en su concentrado esfuerzo y dedicación por descubrir las leyes que gobiernan el mundo objetivo, aquí en la India (Bharathavarsha) los hombres renuncian a todo para poder descubrir y experimentar lo Absoluto que es la Causa Primordial del Universo y que confiere, cuando se ha conocido y experimentado, una Paz inconmovible.

Los occidentales se sacrifican por lo efímero; aquí la renunciación se emprende para dedicarse al Eterno. Esto es para lograr sabiduría, conocimiento superior; aquéllos lo hacen por ignorancia espiritual. Esto es ascetismo, y aquello es oscurantismo. Es por esa razón que hasta hoy, el esplendor de los santos, de los sabios y de los yoguis brilla a través de los siglos sobre el rostro de los hombres; si a veces las sombras de la desesperanza, del abatimiento y del descontento oscurecen esos rostros en este país, ello debe tomarse como una advertencia respecto de la dedicación y la fe en los dictados de Dios, el deber del hombre.

Los templos tienen como finalidad instruir a los hombres en el arte de remover el velo del apego que cubre sus corazones. Por esta razón un poeta santo, Thyagaraja, exclamó en el templo de Thirupathi (lugar de peregrinaje en Andhra Pradesh): "Aparta de mi interior el velo que me agobia, el velo de orgullo y odio". La niebla de la ilusión terrenal se desvaneció ante los rayos de la Gracia Divina, y por eso pudo percibir y describir la imagen de Divino Encanto en la canción titulada “Sivudano Madhavudano” y gustar profundamente la dulzura de esa Forma. El proceso de moldeado con que la Divina Fórmula sometió a su corazón, produjo la chispa de sabiduría y ella se transformó en la Llama de la Realización.

La repetición del Nombre de Dios ha sido siempre el secreto de la Liberación de la esclavitud, no solamente en esta era (Kaliyuga), sino también en los tres primeros períodos (Krita, Treta y Dwapara). El templo es el lugar donde la repetición o invocación del Nombre se hace en forma natural y automática, sin peligro de interrupciones o distracción. Por lo tanto es imperativo ir a los templos, especialmente en esta “edad de Kali”, cuando el aire está repleto de pensamientos malvados y profanos.

Esta es la razón por la cual Krishna declara en el Gita: “Entre los sacrificios y ejercicios espirituales, Yo soy la ofrenda de la Invocación”. La repetición del Nombre de Dios es la actividad que permite al individuo sacrificar en el fuego sagrado de la sabiduría la bestia de la ignorancia. Para curar el dolor, para ganar la dicha, resultan esenciales los templos donde pueda ser recordado el Nombre de Dios. “Para la dicha, la Recordación, para la Recordación, los templos”, ésta es la secuencia correcta. Esto es lo más útil y es también la ocupación más encantadora.

“Teniendo siempre el simple y grandioso Nombre, la lengua siempre dispuesta, y el templo donde Su Encantadora Imagen se halla instalada para que puedas cantar Su Gloria con voz sublime, ¿por qué, Oh, hombre, te precipitas hacia las puertas del infierno?” Así expresó su perplejidad el gran sabio Vyasa. Su sorpresa nació de su propia experiencia, cuando comprobó la eficacia de la repetición del Nombre. ¡Lo mismo pasaba con Tulsidas! Vivía continuamente en el templo y cantaba la dicha que experimentaba. “¡Pobres de aquellos que renuncian al Nombre y al templo, y buscan felicidad y paz en otros lugares! Me acuerdo de la necedad de aquellos que abandonan los abundantes y sabrosos platos de comida que tienen ante sí y mendigan con las manos extendidas las sobras de los platos ajenos”, Así se lamentaba Tulsidas.

Incluso en la disciplina Védica, se enfatiza el Nombre y la necesidad de mantener la mente fija en El, corno prácticas de suprema importancia.

“Om” , esa Única Palabra es lo Absoluto.

Om ithyekaaksharam Brahmam, Así lo declaran los visionarios de los arios.

Investiguen si lo desean, si ha habido algún santo que haya podido salvarse sin recurrir al Nombre del Señor o a su templo. Para Gouranga, el Jagannalha-Mandir representaba inspiración y refugio. Para Jayadeva era el Radhakrishna-Mandir. Para Nandanar era el templo en Chidambaram el que le entregó la fuente de la Realización. Vallabhacharya, Kabir, Nanak, Mira, Radha, Ramanuja, Madhwacharya, Sankaracharya, Namdev, Tulsidas, Thyagaraja, todos ellos lograron la visión de la Divinidad y, aún más, la Sabiduría Divina misma, por medio de los templos. ¿Hay necesidad de seguir esperando más? Incluso en tiempos modernos, Ramakrishna Paramahamsa conoció la Dicha Divina y descubrió su identidad en el templo de Kali, construido por Rani Rasmani.

Usar en forma profana tales templos, desvirtuar la sagrada atmósfera de sus recintos, olvidarse de su santa misión, desacreditar las convenciones y costumbres que prevalecen en ellos, abriendo así el camino que lleva a su decadencia y profanación, es algo que representa, indudablemente, falta de Rectitud y no Virtud (el hombre que sigue los dictados de Dios). Aquellos que hacen estas cosas no poseen luz, ni interior, ni exterior; están envueltos en tinieblas. La adoración en los templos, la compañía de los sabios, la recitación del Nombre, la veneración de imágenes o símbolos, representan todos ellos fuentes externas de luz. Meditación, ascetismo, contemplación, control mental son fuentes de iluminación interior. ¿Si carecen de ambas, cómo podrían los hombres llegar a experimentar la visión de la Gloria Divina?

No es de extrañar que Thulasi Das Goswami declarara en una oportunidad: “¿Necesitan luz por dentro y por fuera de la casa? La solución está en colocar la lámpara en el umbral. Similarmente, si desean esparcir la iluminación de la Paz interna a su alrededor, así como en su interior, deben colocar el Nombre del Señor en sus lenguas, que es el umbral de sus personalidades. La lámpara en la lengua no flaqueará, ni se apagará, ni podrá ser extinguida por tormenta alguna. ¡Les concederá Paz tanto a ustedes mismos como a todos los que se encuentren en su camino, y al mundo entero!”.

Por lo tanto, para la salvación del individuo hay que evocar la Visión de la Forma. La memoria misma del Nombre evocará esa Visión. Esa Forma, en todo su encanto y gloria, está reproducida en los templos para la inspiración del aspirante y asi lo vea o no el ojo común, los buscadores del Espíritu Divino encuentran que los templos son indispensables.