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Libros escritos por Sai Baba

8. La transformación de Dritarashtra

LA TRANSFORMACION DE DRITARASHTRA

Dritarashtra y Gandari llegaron a la jungla junto con Vidura quien les buscó un lugar donde pudieran practicar las austeridades. También los aconsejó acerca de los mejores medios para buscar la autorrealización. Así pasaron los días en santa compañía y con pensamientos puros.

Mientras tanto, en Hastinapura, tan pronto como salió el sol, Dharmaraja se levantó, terminó sus abluciones y realizó el ritual de adoración del fuego familiar; también dio, como de costumbre, los regalos diarios de caridad a los necesitados. Después se dirigió a pie hacia el palacio de Dritarashtra, su tío paterno, tal como solía hacerlo, porque nunca empezaba su rutina diaria de deberes sin ponerse antes en la cabeza un poco de polvo de los pies de su tío. El rey y la reina no se encontraban en sus habitaciones, por lo que esperó un momento para ver si regresaban y buscó por los alrededores. Mientras esperaba ansiosamente el retorno de ellos, descubrió que las camas no habían sido usadas para dormir, las almohadas no presentaban señas de uso, los muebles estaban perfectamente acomodados. Por un momento tuvo la duda de si alguien había hecho ya el arreglo de las habitaciones, pero no. Empezó a temer que pudieran haberse ido, por lo que se apresuró a ir al cuarto de Vidura, descubriendo que éste también se había ido; su cama estaba también intacta.

Los ayudantes le informaron que el asceta no había regresado a su cuarto después de ir a ver al rey y la reina. Al oír esto, Dharmaraja se sintió consternado; regresó al palacio y buscó en cada una de las habitaciones con gran cuidado y sus peores temores se confirmaron. Sus pies y manos temblaban de desesperación, su lengua estaba seca y las palabras se anudaron en su garganta. Cayó en el piso, como si la vida lo hubiera abandonado. Al recobrarse balbuceaba en forma incoherente; empezó a llamar a Vidura muchas veces y los asistentes que estaban a su alrededor temían por él. Todos se apresuraron a verlo preguntando: "¿Qué sucede?", presintiendo alguna calamidad, y permanecieron en círculo alrededor de él esperando sus órdenes.

En ese instante se presentó Sanjaya. Repentinamente Dharmaraja se incorporó y tomando sus manos entre las de él le dijo: "Mis padres se han ido, ¡Dios! encontré sus recámaras vacías. ¿Por qué se han comportado así? ¿Te dijeron algo a ti? Cuéntame. Si supiera adónde han ido, me tiraría a sus pies para implorarles perdón por mis fallas. Sanjaya, dime pronto adónde se han ido". Este tampoco sabía dónde se encontraban, sólo sospechaba que Vidura debía de estar detrás de todo este asunto y también derramó lágrimas; sosteniendo las manos de Yudishtira le dijo con voz temblorosa: "Señor y monarca, créeme, te estoy diciendo la verdad, por supuesto que Dritarashtra acostumbraba a consultarme y preguntarme para que le hiciera sugerencias aun para los detalles más pequeños; sin embargo, en esta ocasión ha actuado sin discutirlo conmigo o cuando menos avisarme. Estoy sorprendido por este acto suyo. A pesar de estar tan cerca de él, no supe ni una sola palabra sobre su partida. No puedo siquiera adivinar por qué lo ha hecho. Nunca pensé que pudiera haberme engañado de esta forma. El siempre me demostró respeto y tenía confianza en mí. Sin embargo, me ha jugado una trampa. Sólo puedo decirte que es mi mala suerte". Dicho esto, Sanjaya se soltó a llorar como un niño.

Dharmaraja lo consoló diciéndole que esto era solamente consecuencia de sus propios pecados y no de los de Sanjaya. "El grado de nuestra mala suerte puede medirse a partir de esto: nuestro padre nos dejó cuando aún éramos unos niños; este tío se hizo cargo de nosotros desde esa tierna edad. Desde entonces lo reverenciamos y lo atendimos como a un padre y a un tío. Debo haber cometido algún error a causa de mi ignorancia; soy incapaz de hacer algo así intencionalmente. Por otro lado, tanto mi tío como mi tía se consumían en la congoja de la pérdida de sus cien hijos. Yo estaba ansioso de ofrecerles un poco de paz, fue por eso que con mis cuatro hermanos, de todo corazón los atendimos de tal forma que no pudieran recordar la angustia de su terrible pérdida. Tuvimos cuidado de no olvidar ningún detalle cuando los atendimos. Nunca hubo decaimiento en nuestro afecto y veneración. ¡Dios! ¡Qué tragedia que hayan decidido abandonar este hogar, qué terrible golpe!" Así se lamentaba Dharmaraja.

"Mi tío y mi tía son ancianos y débiles, además están ciegos. No puedo entender cómo se las arreglaron para dejar este lugar. ¡Cuánto estarán sufriendo ahora! No los acompañó siquiera un sirviente. ¿De qué sirve la gran cantidad de sirvientes que tengo ahora? Andando a ciegas a estas alturas, probablemente ya habrán caído en el Ganges. ¡Oh, qué desafortunado soy! Los cuidé a ambos como a mis propios ojos y finalmente los he empujado a encontrar este trágico destino". Dharmaraja expresaba su profunda aflicción golpeándose el pecho.

Los hermanos de Dharmaraja escucharon sus sollozos y lamentos y corrieron a su lado. Kunti, su madre, preguntaba angustiada la razón de su sufrimiento. Buscó en las habitaciones a Gandari y a su cuñado y al no encontrarlos le preguntó a Sanjaya: "¿Qué ha sucedido con ellos?" Sanjaya no pudo contestar, solamente pudo derramar lágrimas. "¿Adónde han ido en esas condiciones y a su edad? ¡Dime por favor!" Ella gritaba pero nadie podía responderle. Mientras tanto Dharmaraja llamó a su lado a sus hermanos y les hizo algunas señas que no pudieron entender. Entonces Yudishtira se armó de valor, se levantó del piso y pudo finalmente narrarles los acontecimientos de esa madrugada; luego le ordenó a Bhima que enviara tropas en todas direcciones para tratar de encontrarlos, pues pensaba que no podían haber ido muy lejos. Dado que ambos eran ciegos, no podían caminar rápido y debían andar caminando a tientas.

Bhima, Nakula y Sahadeva obedecieron las órdenes de su hermano y enviaron a sus hombres en todas direcciones. Escudriñaron todos los caminos, veredas y carreteras, sondearon en las pozas, lagos y presas pero no encontraron una sola señal de la pareja de ciegos. Pensando en que hubieran caído en el Ganges, se organizaron búsquedas con hombres diestros que incluso buscaron en sus aguas, tratando de descubrir si los ancianos habían corrido tal suerte. Todos los esfuerzos fueron en vano. Los hermanos Pandavas se lamentaban profundamente por no haber sido capaces de salvar al rey y la reina de ese terrible destino.

Mientras tanto, Dritarashtra y Gandari estaban felizmente contemplando a Dios, sentados en las posturas que les habían prescrito, teniendo su mente rigurosamente bajo control. Cuando estaban en esa situación, absortos en la contemplación Divina y sumergidos en esa suprema felicidad, un inmenso incendio se produjo en la selva y la terrible devastación alcanzó ese lugar consumiéndolos a ellos también.

Vidura tenía un gran deseo de abandonar su cuerpo en el lugar sagrado del Prabasakshetra y a causa de esto escapó del fuego. Lleno de regocijo por la inmensa fortuna de la pareja de ancianos, continuó su peregrinación y llegó al lugar que había escogido como escenario de su partida para deshacerse de su cuerpo, el cual estaba compuesto de los cinco elementos y por lo tanto era material y temporal.