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Libros escritos por Sai Baba

41. El mensaje del advenimiento de Krishna

EL MENSAJE DEL ADVENIMIENTO DE KRISHNA

El rey, que había logrado ya la destrucción de las agitaciones causadas por el deseo y había obtenido así el éxito en la eliminación de la mente, juntó las palmas de sus manos y le suplicó a Suka con un solo último deseo que lo inquietaba: "Maestro, el tiempo está llegando rápidamente a su fin, en lo que a este cuerpo se refiere. La culminación de la maldición del asceta se precipita velozmente hacia mí. Por supuesto que estoy preparado en todas formas para darle la bienvenida con toda mi alegría. Sin embargo, en tanto yo sea el residente de esta habitación física, juré que me dedicaría sólo al pensamiento Divino, recuerdos de lo Divino, escuchar lo Divino. No permitas que este juramento se rompa en lo más mínimo. Que el poco tiempo que me resta sea consumido en imprimir en mi corazón la cautivadora faz de loto de 1`landanandana, el adorable niño Divino que iluminó la casa de Nanda, para que esa juguetona Forma llene mi conciencia y se desborde produciéndome una inmensurable Bienaventuranza (Ananda). Descríbeme el torrente de buenos auspicios que debieron manifestarse en la hora en la cual El nació. ¿Cuáles fueron los hechos y sucesos milagrosos que le revelaron al mundo el momento en que Dios vino a la Tierra? ¿Cómo desarrolló Kamsa esa cruel determinación de matar al niño Divino y cómo fue que esa determinación se avivó como una furiosa llamarada conforme pasaban los días? Cuéntamela historia del nacimiento de Krishna y de ese tal Kamsa. Que las últimas horas sean bendecidas por esta sagrada historia. Seguramente esto hará mi aliento tan sagrado, que encontraré la consumación en Gopala".

En ese momento Suka se puso aun más feliz y le dijo: "Maharaja, yo también estoy lleno de júbilo ante la perspectiva de pasar las pocas horas que quedan describiéndote el maravilloso nacimiento y los Divinos juegos de Gopala. Gopala nació por el bien del establecimiento de la Rectitud o el Dharma. Este advenimiento está impregnado con gran misterio. Solamente aquellos que han madurado su sabiduría a través del proceso purificador de las actividades santificadoras pueden descubrir ese misterio y comprender su significado. Para otros, el mundo en sí es un torbellino de viles pecados; se regodean en sus profundidades, se hunden y flotan y finalmente se disuelven en él. Nosotros tenemos la tendencia a no dedicar pensamientos a dichas personas.

Maharaja, mucho tiempo atrás el mundo estaba gobernado por un rey de la dinastía Yadu llamado Ahuka. Una gran corte de vasallos rodeaban su trono, esperaban sus órdenes y le rendían respetuosos homenajes, en busca de paz y prosperidad a través de su benéfico mandato real. El tuvo dos hijos, Devaka y Ugrasena. Cuando crecieron lo suficiente para asumir las responsabilidades de la administración, el rey los casó y puso sobre sus cabezas una parte de sus propios deberes'. Pasaron los años y Devaka tuvo siete hijas y Ugrasena tuvo nueve hijos. Devak¡ era la mayor de las hijas de Devaka y Kamsa fue el mayor de los hijos de Ugrasena. Ellos dos jugaron papeles vitales en la historia en la cual nosotros dos estamos interesados.

En tiempos pasados, Matura era la ciudad capital de la dinastía Yadu. Dentro de los recintos de esta ciudad vivía un gobernador tributario, el príncipe Yadu llamado Surasena. El tenía diez hijos y cinco hijas; el mayor de sus hijos se llamaba Vasudeva, Kunti era su hija mayor. Estas familias de príncipes vivían unidas, por lo cual los niños crecieron juntos. El tiempo pasó rápidamente y, urgido por la fuerza de la causa histórica, produjo resultados que establecieron una época".

"Devaki, la hija del tío paterno de Kamsa, fue dada en matrimonio a Vasudeva; el casamiento fue celebrado con gran pompa. Gobernantes, reyes, emperadores, eruditos, ascetas y sabios se reunieron en grandes cantidades para el acontecimiento. La ciudad estaba repleta con distinguidos príncipes y personajes. Kamsa tomó un especial interés en brindar una abundante y suntuosa hospitalidad para todos. Ya que no tenía hermanas propias, quería a Devaki como a su propio ser, por lo cual le obsequió costosos vestidos, joyas preciosas y todos los implementos de la pompa real. Todos estaban complacidos con la grandiosidad del festejo. Durante el tercer día la novia tenía que ser enviada a la casa del novio con todos los presentes y regalos tradicionales. Por este motivo el propio Kamsa condujo a los recién casados en un hermoso carruaje. Cuando desfilaban en una colorida procesión a través de las calles decoradas de la ciudad, se produjo repentinamente un relámpago sobre el carruaje, junto con un terrorífico estruendo, el cual parecía ser el fin del mundo a causa de un diluvio que los engullía por completo. El relámpago y el trueno dejaron a los príncipes y ciudadanos inmóviles como pilares. En ese instante toda la música cesó, unos momentos después el silencio fue roto por unas cuantas palabras muy claras que atronaron en el cielo.

Las palabras fueron: '¡Oh, emperador Kamsa! Te comportas como un tonto, ignorando los sucesos venideros. Tu propia hermana, a quien amas corno a tu propio ser, a quien llevas ahora tan afectuosamente en ese carruaje, con tanta fastuosidad y placer, con su octavo hijo dará a luz a la persona que te dará la muerte. Reflexiona acerca de esta calamidad que se acerca'.

La brillante figura que pronunció estas aterrorizantes palabras desapareció en el cielo; los campesinos, los príncipes y los eruditos que habían oído los pavorosos augurios del destino perdieron todo indicio de alegría. Sobre el carruaje, Kamsa se llenó con la furia del fuego. Perdió el control de sí mismo, estaba avasallado por la confusión, las riendas cayeron de sus manos. Su corazón estaba ardiendo de odio. Sus pensamientos volaron rápidamente hacia temores más y más fieros; finalmente tomaron un giro decisivo. Si su hermana estaba viva, el asesino tendría que nacer; si cortaba la vida de su hermana, ella no podría crear a la persona que le daría muerte. Pensando de esta manera, levantó a su hermana del asiento trasero del carruaje, agarrándola de su cabello trenzado. La forzó a ponerse de pie y sacó la filosa espada de su vaina con la perversa intención de cortarle la cabeza".

"Hasta el más duro de los corazones se sobrecogió ante la terrible escena. ¡Qué escalofriante era aquello! Kamsa intentaba asesinar a su propia hermana, a quien tanto y tan profundamente quería, a quien escoltaba con tanto gusto; el contraste era pasmoso, nadie podía hacer nada para evitar el desastre.

En ese instante Vasudeva, el novio, sujetó ambas manos de Kamsa agarrándolo firmemente con sus puños y le dijo: 'Querido cuñado, yo también oí la voz del cielo. Sí te sucediera algún daño, nosotros también seríamos afectados; no deseamos que ningún mal te dañe. Nosotros oran pos sin cesar por tu bienestar. Nunca buscaremos infligirte ningún daño. No es propio que un hermano como tú se deje llevar por presagios fatalistas cuando todos están disfrutando de alegría. Suelta a tu hermana. Sí tienes una fe tan ciega en la voz que declaró que morirás a manos del niño que va a nacer, yo te prometo solemnemente que entregaré en tus rrlanos a todos los niños que nazcan de ella. Juro que así lo haré. Permíterne decirte que esto disipará tus temores. Además, si a pesar de que teniendo aquí mismo mis ofrecimientos, conviertes la fiesta de tu germana en una masacre, esto acarreará un desastre sobre ti y tu reino como consecuencia de este monstruoso pecado'.

Cuando Vasudeva le suplicaba en esta forma tan conmovedora, Kamsa sintió un poco de alivio, pues se había dado cuenta de que había algo de validez en lo que decía su cuñado. Aflojó su puño y dejó caer a Devaki en su asiento y dijo: `Bien. Mantén la palabra que me has dado ahora, te lo advierto'. Después le ordenó a su hermano menor que tomara las riendas y regresó a su palacio. Sí, regresó, pero estaba torturado entre el afecto a su hermana y un miedo mortal. A pesar de que su cama era un suave lecho de plumas, sufría como si estuviera acostado sobre una cama de brasas calientes. No tenía apetito ni sueño. Estaba hundido en el terror de la muerte. Pasó un año completo en este estado. Los cuñados estaban en continuo contacto el uno con el otro.

Mientras tanto, Devaki quedó encinta, los nueve meses se cumplieron y ella tuvo un hijo. 'He dado mi palabra para salvar tu vida', le dijo Vasudeva a Devaki cuando tomó de ella al niño recién nacido envuelto en tibios cobertores para ponerlo en las manos de Kamsa".

"Sin embargo, Kamsa no tenía en mente matar a la tierna criatura; estaba complacido de que su cuñado hubiera cumplido su palabra y le dijo: 'Querido cuñado, este bebé no puede causarme daño, la voz del cielo me previno solamente en contra del octavo hijo. Por lo tanto, llévate de regreso a este niño'. Después, Vasudeva tomó el bebé y lo puso en manos de Devaki. La madre estaba feliz de que su primer hijo le fuera devuelto; volcó su corazón en gratitud hacia Dios por esta bendición. Ella concibió de nuevo y ambos esposos estaban afligidos por el temor y la pena de lo que pudiera hacer Kamsa con el niño; deseaban niños pero temían el destino que podían sufrir.

En ese entonces el sabio Narada, quien deambula de mundo en mundo cantando las alabanzas al Señor, apareció en la corte de Kamsa y le preguntó al emperador si estaba bien y si su reino estaba en paz y prosperando. Durante la conversación, Narada le reveló que los Yadavas eran los dioses que habían encarnado como hombres y que Kamsa era una encarnación de Kalanemi, un famoso Asura (demonio). También le comentó que el octavo hijo de Devaki arrasaría con la raza de los Asuras y sería la causa de la muerte del propio Kamsa. Esto fue como poner combustible en el fuego. No contento con esto, al despedirse de Kamsa le dijo: 'Toma cada día que logres vivir como si fuera una década o más, no menosprecies a la muerte como a una contingencia distante'.

Al escuchar esta advertencia, Kamsa se hundió en una ansiedad aun más intensa. Temía que incluso los pequeños bebés pudieran provocarle la muerte y mandó un mensaje para que Vasudeva fuera a verlo. El pobre Vasudeva llegó temblando con un miedo mortal por el temor de que una terrible desgracia pudiera caer sobre su cabeza. Cuando llegó a su presencia, Kamsa explotó de furia y le hizo una pregunta, gruñendo ante su cara: '¿Cuántos niños tienes ahora?' Vasudeva no tenía palabras para hablar, lo abrumaba el miedo de que algo terrible podía pasar si contestaba; cuando respondió sus labios temblaban. 'Tengo seis ahora'. Kamsa gritó: '¡Bien! Mañana al amanecer debes traer a los seis y ponerlos en mis manos". "Vasudeva no dijo ni una sola palabra como respuesta. El tenía que cumplir con su palabra. Sin embargo, el apego a sus retoños lo hacía titubear. Caminaba como un cadáver que hubiera podido levantarse. Llegó después adonde estaba Devaki, quien acariciaba a los seis niños que se sentaban en su regazo. Cuando le dijo que Kamsa le había pedido que le llevara a sus hijos, ella los abrazó fuertemente y sufrió una tortura que sobrepasa a la imaginación".

"¡Maharajá! ¡Ve cuántas vidas inocentes fueron sacrificadas con el afán de prolongar una sola vida! Quizá te preguntes el por qué de este horripilante pecado. Pero, ¿quién puede descifrar el misterio de lo Divino? Desde un punto de vista solamente externo, esto parece un imperdonable infanticidio ¡El ojo interno podría percibir en esto el resultado de pecados cometidos en el pasado por esos mismos niños, o por la culminación de alguna maldición que fue pronunciada contra ellos. Bien puede ser también su paso hacia un nivel superior de vida o nacimiento. ¿Quién puede saber lo que yace en los recovecos de sus pasados, o en las cavernas de sus futuros? ¿Quién podría saber por qué ellos nacieron, vivieron y murieron? Todos observan solamente el intervalo entre el nacimiento y la muerte; el hombre se preocupa solamente de ese limitado período, pero el maestro y soberano de todos los mundos, pasado, presente y futuro, no lo hace así. El tiene más compasión que todos los hombres. El derrama su gracia ponderando las tres etapas del tiempo, las tres dimensiones del espacio y las tres cualidades del carácter. El lo sabe mejor, más que ningún hombre; por lo tanto, el único recurso para el hombre es confiar en que todo es su voluntad y estar en paz, absorto dentro de sí mismo en la contemplación de su gloria y su gracia".

"Maharaja, al día siguiente, tan pronto como salió el sol por el horizonte, Vasudeva llevó a los niños totalmente en contra de su voluntad, con la ayuda de sus servidores, y con los ojos cerrados firmemente se los entregó a Kamsa y rompió en llanto. El egocéntrico maniático tomó a cada uno de ellos por una pierna y los estrelló en forma brutal contra el duro suelo. Incapaz de interferir y evitar esto, el infortunado Vasudeva caminó de regreso a casa, con el corazón apesadumbrado, lamentándose del monstruoso pecado que le había ocasionado esta deplorable recompensa. La pareja real sufría una terrible agonía a causa de los terribles sufrimientos que juntos llevaron y soportaron en silencio. Ellos sentían que cada momento de sus vidas era como una insoportable carga. Pero se consolaban mutuamente diciendo: `Que se haga la voluntad de Dios, tenemos que vivir hasta que nuestras vidas se terminen'. Fortalecidos con este sentimiento, fueron disolviendo sus fuerzas en los torrentes de lágrimas que el dolor les hacía brotar".

"Mientras tanto, ¡llegó el séptimo embarazo! Pero, sorpresivamente, éste fue abortado en el séptimo mes ¿era necesario informarle esto a Kamsa? Si tenía que ser así, ¿cómo? Ellos no encontraban la respuesta. Cuando Kamsa se enteró de esto, sospechó que su hermana podía ser capaz de alguna estratagema para engañarlo, por lo cual la puso junto con su esposo en una prisión cuidadosamente vigilada".