02. 15/05/00b La santidad de los cinco elementos | 15 de Mayo de 2000
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Presente en lo más pequeño de lo pequeño,
así como en lo más grande de lo grande,
y brillando como el testigo omnipresente,
está el inmortal Uno Mismo.
Conocido en el individuo como el Atma
y en el Cosmos como Brahman,
el Atma es Brahman y Brahman es el Atma.
Encarnaciones del amor:
Los cinco elementos que constituyen todo el cosmos también están presentes en el ser humano. Estos cinco elementos, a saber, pruthvi (Tierra), jala (agua), agni (fuego), vayu (viento) y akasa (éter), son percibidos a través de nuestras percepciones de sabda (sonido), sparsha (tacto), rupa (vista o percepción de la forma), rasa (sabor) y gandha (olor). Krishna se dirigía a Arjuna como Partha, ya que este último era hijo de la Madre Tierra. De hecho, todo hombre puede ser llamado Partha, por ser hijo de la Madre Tierra. El primer elemento, la Tierra, puede ser percibido por las cinco sensaciones de sonido, tacto, etc. Cada uno de los cinco elementos que constituyen la naturaleza es muy poderoso. Así, la Tierra tiene la capacidad de moverse muy rápido en el espacio [alrededor del Sol] y también de rotar rápidamente sobre su eje. Posee diversas cualidades y atributos. En su superficie, la Tierra sostiene numerosos objetos y entidades como montañas, bosques, ciudades, aldeas, mares, ríos, etc. Las personas ignorantes se preguntan: «Cuando la Tierra rota, ¿por qué no se deslizan ni se mueven estos objetos?». La respuesta a esta aparente paradoja radica en el hecho de que la Tierra no es independiente, sino que está sujeta al poder divino latente en su interior. Montañas, ciudades, bosques y todo lo demás están firmemente anclados por ese poder invisible, y no se les permite deslizarse, a pesar de la rápida rotación de la Tierra. Los trenes corren a gran velocidad sobre las vías. ¡Imaginemos el destino de los pasajeros si las vías también se movieran rápido como el tren! Las vías no se mueven porque han sido fijadas. Todos los objetos en la superficie de la Tierra, desde las montañas hasta los mares, están firmemente anclados por la fuerza invisible de la gravedad. La gravedad es resultado de la voluntad de Dios. La Tierra, por lo tanto, proporciona un buen ejemplo de los aspectos sutiles del Plan Maestro de Dios.
Dado que la Tierra está impregnada de poder divino, es un anga o miembro de Dios. En nuestro cuerpo tenemos muchos miembros y órganos, como las manos, los pies, la nariz, los ojos, los oídos, etc. Asimismo, cada individuo es un miembro de la sociedad o comunidad. Las diferentes comunidades son todas miembros de la humanidad, que es un miembro de la naturaleza o Creación, la cual a su vez es un miembro de Dios. Por eso se dice a menudo que Dios impregna todo el universo en una forma sutil.
La Tierra es muy grande, pero Dios, que es infinito y lo más sutil de todo, impregna toda la Tierra con su poder divino. Puesto que la Tierra tiene gunas (atributos), no es independiente. Mientras existan gunas, no se puede hablar de independencia. A medida que los atributos disminuyen uno por uno, la sutileza de la entidad en cuestión y su vastedad aumentan. La Tierra tiene todas las cualidades: sonido, tangibilidad, forma, sabor y olor. Por lo tanto, es finita. Además, los atributos en conjunto producen un efecto de sujeción que dificulta la movilidad (por ejemplo, no se pueden mover montañas).
El agua es el siguiente entre los cinco elementos. Está presente en todas partes en la Tierra, aunque su presencia (especialmente como vapor o humedad) no siempre es visible o directamente evidente. El agua carece de olor; por lo tanto, tiene un atributo menos que la Tierra, lo que la hace ligera y móvil: el agua puede fluir fácilmente.
El tercer elemento es el fuego. Tiene dos atributos de menos en comparación con la Tierra (sabor y olor) y, por lo tanto, es capaz de extenderse en todas direcciones, incluyendo la vertical. El fuego, en un aspecto sutil, está presente en los seres humanos e incluso en el agua. En los humanos se conoce como Jataragni, que es el nombre del «fuego» de la digestión. En el agua se conoce como badabagni. El fuego también está latente en la madera y las piedras, razón por la cual se producen chispas cuando se frota madera contra madera o se golpea piedra contra piedra.
El aire, el cuarto elemento, tiene solo dos atributos, sonido y tangibilidad. El aire está presente en todas partes y es absolutamente esencial para la vida. Por último, en la lista de elementos está el akasa o éter, que es verdaderamente omnipresente; se extiende mucho más allá de la Tierra. Tiene esta capacidad de extenderse por todas partes porque posee solo un atributo, a saber, el del sonido. Muchos piensan que akasa significa el cielo; esto es incorrecto. Akasa significa éter, y está presente incluso aquí (Swami golpea la mesa frente a él) y también aquí (muestra el micrófono). El sonido es la única característica del akasa, y dondequiera que haya sonido, allí existe el akasa. Se dice:
Akasam gaganam sumyam.
Esto significa que el akasa es el vacío del espacio. Aunque está presente en todas partes, no puede ser visto.
Mucho más allá de los cinco elementos y completamente desprovisto de cualquier atributo, está el Paramatma (Dios Todopoderoso). Al ser totalmente sin atributos, el Paramatma es más sutil que cualquier cosa que podamos imaginar; y existe también más allá del espacio y el tiempo. Los Vedas dicen:
Sarvatah panipadam Tat sarvatoksi siromukham.
Sus manos y pies están en todas partes en la Creación. Aunque Dios está más allá de todo,impregna los cinco elementos, dotándolos de aspectos apropiados de su poder divino. Él mismo carece de atributos; pero es inmanente en todas las entidades con atributos. El Gita declara:
Mamaivanso Jivaloke Jivabhutah sanatanah.
(Todos los seres en la Creación han surgido de Mí y no son más que aspectos de Mí). Por lo tanto, los cinco elementos son aspectos de Dios, su divinidad y su poder supremo. Por esta razón, nuestros antepasados adoraban los cinco elementos, reverenciándolos como aspectos de Dios Todopoderoso. Adoraban a la Tierra como la Diosa Madre, a los ríos como diversas diosas y a los elementos como diversas deidades.
La Tierra siempre ha sido adorada por los antiguos de Bharat como la Madre Tierra, ya que es la Tierra la que, de una forma u otra, proporciona alimento y sostiene la vida. Con gran gratitud, los antiguos decían: «Oh Madre Tierra, puedo tener alimento gracias a tu bondad». Sin la Tierra, no podríamos tener grano, y es por eso que a la Tierra se le dio tanto respeto y se le otorgó la posición de madre. Sin embargo, los científicos consideran la adoración de los elementos como un comportamiento supersticioso, y a aquellos que adoran de esta manera, como necios. Quienes adoran los elementos no son los necios, sino quienes critican. Estos críticos no tienen idea del significado profundo de tal reverencia. Los científicos modernos se preocupan solo por los aspectos materiales e inanimados de la naturaleza, siendo completamente ignorantes del principio de reflexión, reacción y resonancia. Si uno golpea la mesa, su mano siente dolor. ¿Por qué? Por la reacción. ¡Ustedes actúan y la mesa reacciona! No deberían sorprenderse. Reflexión, reacción y resonancia forman los tres principios cardinales que guían el funcionamiento de la Creación. El hombre nace de la Tierra y, por lo tanto, estos principios también están incorporados en él. Cuando se paran frente a una colina y gritan, obtienen un eco: eso es la resonancia.
El Principio Divino está latente de modo sutil en cada entidad y cada ser de la Creación; sin embargo, es muy difícil de percibir. Todo es divino, y nadie puede afirmar «esto es divino y aquello no lo es». La luz del sol existe porque el Sol existe. De la misma manera, tenemos la Creación porque hay un Creador. Imaginen: ¡si los cinco elementos en el universo tienen tanto poder latente, cuánto más poderoso debe ser el Creador! El fuego es poderoso, la mente es muy poderosa, y así sucesivamente. Si cada componente de la Creación está dotado de tanto poder, ¿no es evidente que el Creador debe ser infinitamente más poderoso? Pero el hombre no es capaz de ver esta obvia verdad. La gente tiene miedo de las bombas, pero no del individuo que las fabrica. De hecho, generalmente ni siquiera saben quién diseña y fabrica tales armas mortales. El objeto infunde miedo, pero no la persona que creó el objeto. Así es con la naturaleza y Dios. El hombre está como petrificado ante las poderosas fuerzas de la naturaleza, pero no tiene temor de Dios.
Maravillosas son las glorias del Señor,
porque santifican los tres mundos;
como una hoz, cortan la esclavitud mundana.
También son nobles compañeras,
y son como los templos
donde los sabios adoran.
Es imposible describir completamente la gloria de Dios. Todo el elogio que uno pueda cantar sería insuficiente. De hecho, es inútil intentar describir algo que es indescriptible. En cambio, debemos, para empezar, tratar de comprender las lecciones que la naturaleza enseña. ¡Qué tremenda carga lleva la Tierra! Algunas personas dicen: «Swami, no deseo ser una carga para la Madre Tierra. Por favor, concédeme la muerte». ¿Disminuirá la carga de la Tierra solo porque mueran? Su muerte no hará ninguna diferencia. La carga que lleva la Tierra disminuirá solo cuando ustedes reduzcan su propia carga. ¿Cuál es la verdadera carga que llevan? ¡Los deseos son su carga! Si establecen un límite a los deseos, se vuelven más ligeros y se acercan a Dios. Por eso Swami dice a menudo: «Menos equipaje, más comodidad, y más placentero el viaje». Por lo tanto, busquen con afán disminuir la carga de los deseos. Si lo hacen, también dejarán de ser una carga para Dios. Un aumento en su carga significa más trabajo para Dios. Sin embargo, siendo Dios sutil, no lleva directamente su carga. En cambio, hace que cada persona lleve su propio peso de tal manera que la persona cree que es realmente Dios quien lo lleva. Esta es la sutileza de Dios. Aunque está presente en los cinco elementos, hace que los elementos parezcan sostenerse a sí mismos.
Las gopikas (pastoras) cantaban bellamente sobre la sutileza del Señor:
¡Oh, Krishna! ¿Podemos llegar a conocerte?
Más sutil que un átomo y más poderoso que lo más poderoso,
¡eres quien sostiene las ochenta y cuatro lakh[1] de especies!
¿Podemos llegar a conocerte, oh, Krishna?
Es imposible para cualquiera sondear las profundidades de la Divinidad.
Arvind [el estudiante que habló antes del discurso de Bhagavan] le pidió a Swami que explicara la naturaleza de los cinco elementos. En este universo, no hay nada aparte de los cinco elementos, porque cada entidad está compuesta de ellos y solo de ellos. No hay lugar donde los elementos no estén presentes; son omnipresentes. El cuerpo humano también es una combinación especial de los cinco elementos. El almanaque se llama panchangam porque proporciona información sobre los cuerpos celestes, todos los cuales están hechos de los cinco elementos. Por lo tanto, es importante comprender el significado y la plena importancia de los cinco elementos.
Consideren primero el éter, que tiene el sonido como su único atributo. Aunque es posible una innumerable variedad de sonidos, el básico es el sonido primordial AUM. El sonido del Omkara es en lo que realmente deben concentrarse. Aquí hay tres sílabas: A (akaaram), U (ukaaram) y M (makaaram), que se fusionan en AUM. El ser humano es una encarnación de los tres símbolos constituyentes del AUM. El sonido primordial Omkara es la forma misma del akasa, y el hombre debe resonar con él.
Vayu o el viento/aire, que viene a continuación, sostiene la vida. Sin aire, la vida es imposible. El proceso de respiración consiste en inhalación y exhalación, simbolizado por SOHAM. SO está asociado con la inhalación y HAM con la exhalación. Dado que tomamos oxígeno y expulsamos dióxido de carbono, SO está asociado con el oxígeno que da vida y HAM con el contaminante dióxido de carbono. ¿Cuál es el significado profundo del proceso de la respiración? Simplemente que debemos tomar lo que es bueno y renunciar a lo que es malo. Esta es la lección que el elemento aire nos transmite 21.600 veces al día, a través del principio SOHAM. El cuerpo también toma alimento y expulsa excrementos o heces.
Dios nos ha bendecido con miembros y órganos para que podamos aceptar lo que es bueno y rechazar lo que es indeseable. Sin embargo, nadie está haciendo ningún esfuerzo por comprender esta verdad básica. Incluso si se entiende el principio, se lo trata de manera bastante despreocupada y a menudo se lo ignora. Esto no es correcto; el sumario rechazo de todo lo que es perjudicial debe ser una prioridad.
Consideren los árboles. Rara vez apreciamos que son entidades vivientes. No solo viven, sino que también nos enseñan una noble e importante lección sobre el sacrificio. Toman dióxido de carbono (que nosotros rechazamos) y voluntariamente nos entregan oxígeno para nuestro beneficio. ¿Tiene el hombre la inteligencia o la sensibilidad de los árboles? Aunque ha nacido humano, el hombre es inferior a los árboles en cuanto al sacrificio y a devolver bien por mal. Esto no está bien. El hombre, que ha sido bendecido con tanta habilidad, inteligencia y diversas capacidades, debe practicar escrupulosamente el sacrificio. Debe permanecer siempre puro, rechazando firmemente lo que es malo y aceptando solo lo que es bueno.
Después del éter y el aire viene el fuego. Tiene la capacidad de quemar cualquier cosa que se cruce en su camino, sin ninguna distinción. Esta característica de estricta imparcialidad es la base del jnanagni o el fuego de la sabiduría, que quema todos los apegos mundanos. Nadie está haciendo ningún intento por entender las diversas manifestaciones del fuego, incluyendo jataragni, praanagni y badabagni. En el hombre están latentes diversos tesoros, pero él es totalmente inconsciente de ellos porque carece del Conocimiento del Uno Mismo. Este Atmajnana es el verdadero Conocimiento, y es muy necesario hoy. El hombre ha dominado el conocimiento mundano, el conocimiento secular y el conocimiento material, pero es totalmente ignorante acerca del Conocimiento del Uno Mismo. Con su brillante esplendor, el agni proclama las virtudes del Atmajnana. Las escrituras dicen:
Tamaso ma jyotirgamaya
(de la oscuridad, llévame a la luz). Agni nos enseña que el fuego de la sabiduría nos llevará a la luz.
El sagrado nombre de Rama tiene la capacidad de llevarnos de la oscuridad a la luz. La palabra Rama está compuesta por tres sílabas: Ra, Aa y Ma. Ra significa el principio del fuego. Aa representa la Luna, y Ma representa el Sol. El principio del fuego, Ra, destruye todo mal y pecado. El principio de la Luna, Aa, calma las pasiones y trae paz. El principio del Sol, Ma, confiere esplendor cuando el mal es destruido y reina la paz. Así, el nombre de Rama encarna apretadamente toda la sabiduría. Tiene el poder de destruir el mal, traer paz y conferir esplendor. Este es el significado profundo del nombre dado por Vasishta al primogénito del emperador Dasaratha. El principio del fuego tiene el mismo profundo significado.
Después del fuego viene el agua. Es muy sagrada y vital para la vida; tiene una fuerza que da vida. Por eso se rocía agua sobre una persona que se ha desmayado. Antes de comer, ofrecemos a Dios el alimento, recitando Brahmaarpanam. ¿Qué pasa con el alimento que comen? ¿Quién está presente dentro, para extraer la vitalidad del alimento y distribuirlo a los diversos órganos del cuerpo? Esa deidad es Vaishvanara, quien dice: «¡Oh, hombre! Date cuenta de que soy la fuerza interior que se encarga de la digestión y la asimilación». Este es el verso «Aham Vaishvanara».
En cuanto a la Tierra, nos ayuda de innumerables maneras. Es la base para los ladrillos que usamos, y proporciona el soporte para las mansiones que construimos. Sostiene los árboles y suministra el grano. Y nos da un lugar para descansar. No hay nada que no dé. A pesar de proporcionar tantas bondades, no espera nada. Pero el hombre no está aprendiendo la lección.
Se dice que la Era de Kali proporciona el camino más fácil hacia la liberación. Sin embargo, el hombre está ignorando la oportunidad de oro que se le ofrece. El hombre hoy se ha vuelto muy astuto e inteligente (en un sentido puramente mundano). La educación secular se ha generalizado y las escuelas se encuentran en cada esquina. Se han descubierto un millón de formas de ganar dinero. Una vez, un astuto individuo insertó un anuncio en los periódicos, anunciando que por el pago de solo una rupia divulgaría un método seguro para eliminar mosquitos de la casa. Mucha gente cayó en el anuncio, y él recaudó mucho dinero. Cuando estas personas le pedían el remedio prometido, simplemente decía: «¡Toma una piedra y aplasta cada mosquito que veas, dondequiera que esté!». ¿Es esta una solución significativa para el problema de los mosquitos? Sin embargo, el estafador pudo engañar a mucha gente. Se han ideado numerosas estrategias de este tipo para engañar a personas crédulas y extraerles dinero.
El hombre, sin duda, ha dominado muchas formas de acumular dinero. Sin embargo, la felicidad suprema se le escapa. ¿Por qué? Porque su conducta no es adecuada. Para una buena conducta, las virtudes son esenciales. Una persona virtuosa puede lograr cualquier cosa. Un hijo sin virtudes y una vida sin un objetivo significativo no tienen valor. Sin virtudes, la vida deja de tener sentido. La buena conducta debe ser la verdadera base para la vida. Sin embargo, el hombre moderno carece totalmente de carácter y virtudes. No es de extrañar que tanto la paz como la felicidad suprema se le escapen. Debido a la mala conducta y el comportamiento inmoral del hombre, hay contaminación en todas partes: en el aire, el agua, la Tierra y el alimento. Los cinco elementos han sido gravemente contaminados, como consecuencia del comportamiento inapropiado del hombre. Si el hombre se comportara correctamente, ¿sería concebible la contaminación de los elementos? Todo se debe a la amplia prevalencia de sentimientos inmorales y comportamientos inapropiados. La fuerte disminución de virtudes como el amor, la compasión y la tolerancia es directamente responsable de la contaminación generalizada que se ve hoy. De hecho, ¡incluso se podría decir que los cinco elementos tienen miedo del hombre! Los cinco elementos, tales como Dios los creó, son todos puros y sagrados. No hay nada malo en ellos, en absoluto. Es la mala conducta del hombre la que ha causado que todos se contaminen. La impureza interior se refleja como contaminación exterior. Aquí hay un ejemplo.
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