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Libros escritos por Sai Baba

8. Habitando en Dios

El verdadero devoto siempre estará viviendo en Dios, no tendrá tiempo para sentir su bienestar o preocupaciones, si está feliz o preocupado; alcanzar al Señor es la única idea en su mente. Es difícil entender esta forma de ser, pero pongamos un ejémplo: un niño pequeño corre por ahí lleno de miedo y gritando: Mamá, mamá, buscando a su madre ausente. La madre lo toma en sus brazos colocándolo en su regazo; entonces el chico deja de llorar y se despoja de todo temor. Pero, ¿encuentra el niño la diferencia entre su pasado previo y el presente? No, no es necesario que lo haga. Así también, quien busca servir al Señor se sumergirá en El cuando la gloriosa oportunidad se le presente; y en tal presencia ninguna ansiedad o problema lo molestarán. De hecho, éstos lo atormentarán hasta el momento del logro; pero luego toda la atención se concentrará en la experiencia. La lucha y afanes pasados serán olvidados.

En la misma forma, aspirantes y devotos deben ignorar y olvidar los problemas que han tenido y dirigir sus pensamientos al Supremo. Sumérjanse en ellos y extraigan la felicidad al hacerlo. De igual modo, la devoción tiene otra recompensa; ella es la causa y el efecto a la vez; no hay dos devociones, hay una sola y es la realización en sí. También por el Camino del Conocimiento, al ser removido el velo de la ignorancia, ocurre la realización. En el Camino de la Devoción no se obtiene felicidad alguna, excepto la de Dios. Todos los obstáculos de este camino pueden ser vencidos por medio de la inteligencia. Pero la inteligencia puede ser debilitada por el egoísmo y el sentimiento de propiedad, o sea: "Yo soy el que disfruta", "Todas estas cosas son mías", etcétera. Mientras se tenga esta conciencia no se podrá obtener satisfacción real, uno será atraído a buscar cosas que le puedan dar aún más goce.

Lo que todo devoto espera es, en última instancia, experimentar la alegría de la Suprema Bienaventuranza como resultado de su práctica espiritual. Pero esa Bienaventuranza no es una experiencia nueva que se adquiera o gane por medio de la práctica espiritual, está dentro de él, en él: sólo que en ese momento, debido a los obstáculos del ego que actúa como un velo que la aparta de la vista, no puede disfrutarla. Uno tiene que hacer desaparecer ese velo, y la disciplina espiritual es todo lo que el aspirante necesita para lograrlo. Sólo entonces podrá ser conocida la siempre existente Bienaventuranza, que no emerge de repente, sino que siempre estuvo ahí; lo que va y viene es la pantalla del "yo" y "lo mío", que la encubren.

Mientras trata de quitar la pantalla del egoísmo y del sentimiento de propiedad, el aspirante no debe apresurarse ni preocuparse demasiado si no obtiene la Bienaventuranza esperada. En tales ocasiones Shanti es una ayuda infalible, ya que si ella es bien cultivada podrá triunfar en cualquier tarea, no importa lo difícil que sea.

Todos están capacitados para obtener la Paz Suprema, beneficiándose de ella, pues todos son hijos de Shanti y aunque la progenie sea grande, ella es madre en igual medida para todos: viejos y jóvenes, débiles o poderosos. Cuando la llaman deben dirigirse a ella como a su madre. Los niños educados en Shanti evitan todos los dolores y tristezas, toleran todas las variedades de la felicidad y, por último, recuestan sus cabezas en el regazo de su "madre" con seguridad total.